Hoy se conmemora el Día Mundial de la Alimentación y ante el déficit de comestibles, el ambientalista Salvador Castell urge regresar a los huertos caseros y a reducir las mermas que encarecen la producción
México y Yucatán tienen un déficit en la producción de alimentos, ya que en el Estado únicamente se obtiene el 27 por ciento de los que requiere, por lo que para el director de la agrupación “Va por la Tierra”, Salvador Castell González, se debería apostar a la agricultura sostenible, conformar más redes de huerteros y reducir el consumo de alimentos ultraprocesados, entre otras acciones.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), proclamó el 16 de octubre como el Día Mundial de la Alimentación, fecha que coincide con la de fundación de la FAO en 1945. El objetivo de esta conmemoración es aumentar los acontecimientos de la población sobre el problema alimentario mundial y fortalecer la solidaridad en la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza.
Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2018 del Inegi, solo un 44.5% de los mexicanos aseguró tener seguridad alimentaria, el 22.6% presenta inseguridad alimentaria moderada y severa, y el 32.9% restante, inseguridad leve.
La población que vive esa inseguridad alimentaria llega a sacrificar la calidad de su dieta, ya sea por falta de recursos, mientras que quienes sufren de una limitación en la cantidad y calidad de los alimentos que consume, llegan incluso a situaciones de hambre en niños y adultos.
Un informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés) señaló que “la abundancia de alimentos ultra procesados, altos en calorías y bajos en nutrientes, combinados con la intensa publicidad y comercialización inapropiada de los mismos, crean ambientes obesogénicos que constituyen una constante amenaza a la salud y el futuro de la infancia y adolescencia en México. Es posible crear un sistema alimentario que sirva mejor a las necesidades de la infancia y adolescencia y, en este momento, el actual Gobierno de México tiene ante sí la oportunidad histórica de liderar un proceso de cambio en cuanto a alimentación y salud con consecuencias vitales para el futuro del país”.
Castell González aclaró que es importante definir la seguridad alimentaria: que lo que comes sea sano, lo cual es diferente a suficiencia alimentaria, que es la capacidad que tiene un Estado en la producción de alimentos de sus pobladores, y la soberanía alimentaria, que es el derecho de los pueblos a definir y controlar sus sistemas alimentarios y de producción de alimentos, tanto a nivel local como nacional, de forma equitativa, soberana y respetuosa con el medio ambiente.
Explicó que hay que tener en cuenta que en México hay algunos alimentos que no se comen, sino que son para rituales y que también se tienen malas prácticas como el uso de agroquímicos como el glifosato, que puede ocasionar enfermedades.
Reconoció que ha habido algunos avances lentos en producción en México, por ejemplo, se ha logrado producir el 75% del maíz para el consumo humano, esto es, se importa menos, pero para la alimentación de los animales únicamente se produce el 30%. “Se tiene más maíz para hacer tortillas, pero no para dar de comer a los pollos y puercos”.
Sobre el consumo de alimentos ultraprocesados, estos aumentan en un 5 o 6% las emisiones del dióxido de carbono, por lo que una mala alimentación impacta en el cambio climático. “Una persona requiere para alimentarse comer tres tacos, pero se echa uno más, pero para esto hay que producir más, pero ¡qué sucede si se echa 10 tacos! En 20 años el peso promedio de los hombres ha aumentado nueve kilogramos y de las mujeres cinco kilos”, indicó.
Otro aspecto es que también se desperdicia el 47% de los alimentos, debido a sequías, inundaciones, porque la semilla no era buena, no se utilizó el fertilizante adecuado o hubo mal transporte “hasta que se te acedó la lechuga en casa”.
Mencionó que se requiere producir en sitio y evitar que los alimentos tengan que ser llevados a grandes distancias donde hay más merma. También que se puedan conservar los alimentos, y en el caso, por ejemplo, del almacenamiento de los cítricos, por el hecho de estar apilados, un buen número no se vende porque se magullan. “Incluso este desperdicio es orgánico que puede ser que ni termine en compostaje”, añadió.
El entrevistado consideró que una opción son las redes comunitarias y los huertos familiares, con la visión de no sólo para autoconsumo, sino hasta para vender y buscar mercado.
“Un vecino puede sembrar cilantro, chile; otro tomate y en equipo se hace una variedad. En ocasiones se dice que en Mérida en las casas no hay espacio y la realidad es que una buena cantidad sí tienen patio, no están como los de Ciudad de México, ellos sí la tienen más difícil”, explicó.
Para esto es importante evitar el coyotaje, que al final termina fijando precios, y también no consumir frutos que no sean de la época, porque esto propicia que tengan que conservarse o tener instalaciones para cultivarlas. “Queremos aguacate, melón, todo el año y los frutos no dan todo el año, por lo que se tiene que estar construyendo casas sombras para tenerlos todo el tiempo”, indicó.
Ejemplificó que actualmente un proyecto del presidente de Agroecología en México, Eric Pérez Tun, quien es diabético, es producir una harina que no sea de trigo; se enfoca más en las proteínas.
“Cuentan con casas de saberes, banco de semillas que los productores donan. En Yucatán tienen 50 ó 60 huerteros y esperan en un futuro aumentar la variedad de siembra de sus frutos, ya que deben ser varios para no deteriorar la tierra. Los mayas eran excelentes agricultores que hasta en los surcos ponían plantas”, expresó.
Asimismo, dijo que se debe aumentar la producción de alimentos, ya que para abastecer a una familia se requiere de una o dos hectáreas. “En Yucatán el 70% de la producción agrícola son pastos, luego le siguen los cítricos, donde el 85% no cuenta con sistemas tecnificados, o sea, que pones la semilla y rezas para que pegue”, dijo.
Refirió que se requieren destinar más recursos al campo, mejorar los programas como el Sembrando Vida, que es un excelente programa, pero mal ejecutado porque los coordinadores no tienen los perfiles, ya que deben estar agrónomos, biólogos, quizás antropólogos, “pero están abogados”.
Finalmente, dijo que el alimento es un derecho y una responsabilidad, y para que los derechos sean una realidad, debemos ser parte de la solución y no del problema.
Texto y fotos: Darwin Ail