Armando Escalante
Periodista y analista político
La suerte está echada. El daño ya fue ocasionado y el mal avanza. Así puede resumirse el gris panorama que se yergue sobre la nación en los inciertos comicios de 2024. Digo inciertos porque aún no tenemos la confirmación de que se vayan a realizar, más allá de los posibles malos resultados que puedan arrojar por la cantidad de riesgos que se ven por todos lados.
La sola criminalidad que se ha asentado en todo el país, incluyendo nuestros dos estados vecinos, es el principal enemigo de las votaciones del año por venir. Grupos de delincuentes que por orden presidencial no se combaten, se han instalado a controlar desde carreteras, puertos y aeropuertos, pasando por negocios, discotecas, bares, restaurantes, hoteles, obras en construcción, plantíos agrícolas, mercados, hasta ayuntamientos y pueblos enteros donde siembran temor e imponen su ley.
Saben que el hombre que duerme en Palacio Nacional no los perseguirá ni siquiera los molestará. No es el caso de Yucatán, pero sí estamos en riesgo de que aquellos avancen, porque somos como una isla que aún no han podido gobernar, y unas arcas que no han logrado penetrar.
Para colmo de males, ha surgido una nueva generación de mapaches que se formaron en el otrora Registro Nacional de Electores –convertido en el Instituto Federal Electoral– del cual han egresado tras conocer todas sus fortalezas, pero también todas sus debilidades. Esta suerte de nuevos mapaches de formación básicamente priísta, pero muy camuflageados en la institucionalidad democrática, se han autoretirado del ahora INE para causar alta en el oficialismo federal y ponerse al servicio de las peores causas de un movimineto que busca perpetuarse en el poder acabando con la democracia.
No se sabe por qué razón si trabajaron tantos años para darnos elecciones limpias, hoy se transformen en los más peligrosos aliados de un presidente que busca desmantelar a los órganos autónomos como el INE, quitándole el presupuesto para que pueda bien funcionar.
Se han unido a este lado oscuro viejos actores antagónicos –peleados históricamente– que hoy enarbolan la misma causa cuánto tienen los mismos negros intereses de apoyar candidaturas que los ayuden a volver al sistema del que surgieron. Se trata de viejos aspirantes que se escindieron de otros partidos y que buscan su beneficio personal, mediante el respaldo del partido de moda.
La suerte está echada porque han envejecido los árbitros electorales que defendían a la oposición desde adentro de sus partidos, como son los abogados litigantes, expertos en derecho electoral, capaces y dispuestos a identificar las artimañas y marrullerías de aquellos mapaches con maestría en el ramo. Así estamos a ocho meses de la verdad.
El xix.– Para acabar de amolar, ya no están presentes varios defensores de la democracia porque han fallecido, o se han ido de esas trincheras para cuidar a sus nietos, sin dejar relevo en custodia de aquellas tareas que un día creímos que se habían terminado. Incluso, aún con vida, vemos a activistas sociales que un día combatieron a ciertos enemigos, hoy se unen a ellos sin el mayor pudor.
Lideresas de vecinos que promueven falsas causas y mienten en sus denuncias al tiempo que exhiben el verdadero rostro de sus intenciones, hoy apoyan la debacle que viene. Estamos sin luchadores, sin medios de comunicación, sin dirigentes empresariales que, como vimos en un mitin en Valladolid, no dudan en ser comparsa y exhibirse del lado de quien ha prometido destruir a la Suprema Corte firmando adhesiones a movimientos que tienen intereses inconfesables.
Muchos de ellos, lo sabemos, se unen por miedo o por conveniencia económica, a las causas de una transformación de cuarta que deja correr la sangre lo mismo de víctimas de la no atención social y médica que por las manos de criminales que a diario asesinan a más de 100 mexicanos, sin que nada ni nadie lo impida. Su rúbrica y sus apellidos van a quedar manchados de rojo guinda, sin duda alguna.