Carlos Hornelas
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El preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas, su documento fundacional, establece que “Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles, a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana(…)”.
No obstante, en los años recientes uno no puede menos que preguntarse si esas buenas intenciones que quedan en el papel son suficientes en tiempos en los cuales sendos conflictos bélicos azotan a grandes sectores de la humanidad de manera preocupante.
Por supuesto, los medios de comunicación cuyos dueños están en ciertos países han cubierto con mayores recursos, durante más tiempo y a mayor profundidad solamente ciertos conflictos como el que se desarrolla actualmente en el Oriente Próximo entre Israel y el grupo terrorista Hamás, o el de Ucrania contra Rusia.
Sin embargo, alrededor del mundo hay algunos otros que merecen atención porque nos permiten comprender la delicada situación actual y el papel de la ONU como mediadora o agente diplomático en su resolución. El primero de ellos, en Europa y colindante con Rusia, el de Armenia y Azerbaiyán que tuvieron hostilidades en el 2020 viven una “clama chicha” basada en dos borradores de acuerdos paralelos: uno preparado por Rusia y otro con el respaldo de Occidente. El peligro es que ninguno de éstos se concrete y se regrese al camino de las armas en cualquier momento.
En Yemen, quien sufrió un golpe de Estado en 2014, los separatistas del sur (hutíes) supuestamente aprovisionados por Irán, se enfrentan contra fuerzas leales al expresidente depuesto, apoyado por Estados Unidos y Arabia Saudita. En 2019 la situación alcanzó el grado de “catástrofe humanitaria” y para algunos académicos hasta de “genocidio”. Hasta abril de 2022 se instauró una tregua auspiciada por Naciones Unidas, que se suspendió en octubre del mismo año. Con el fin de derrotar a los hutíes se conformó una coalición en la que varios Estados árabes se han involucrado de uno u otro modo somo Catar, Kuwait, Egipto, Jordania, Marruecos y Senegal lo cual ha escalado el nivel inicial del problema.
En Irán se ha reprimido brutalmente a quienes protestan conta el régimen. Se acusa tortura para la oposición y cualquier manifestante. A la par, la capacidad nuclear de Teherán ha aumentado considerablemente y este octubre vencen las restricciones de la INU en lo que refiere a misiles balísticos. Muy probablemente con ello podrían convertirse en un aliado de Rusia y convertirse en su productor de drones o incluso del desarrollo de armas con potencia nuclear. Hay que recordar que tiene una tensa relación con Irak y recientemente contra Arabia Saudita.
A falta de espacio solamente señalo algunos otros conflictos que están latentes y con riesgo de estallar nuevamente en cualquier momento. La crisis política de Haití con unas pandillas dominando la mitad de su territorio. La creciente tensión en Taiwán y su relación con China. El conflicto entre Pakistán con India por la región de Cachemira y la situación entre la República Democrática del Congo con los Grandes Lagos
Ante este turbio escenario hay que señalar una falla de origen en el sistema de Naciones Unidas: el Consejo de Seguridad. Como se sabe, los países miembros permanentes de este órgano tienen derecho de veto, lo cual se ha convertido al paso del tiempo en una especie de impunidad ante sus excesos pues cuando existen señalamientos o recomendaciones en contra de sus intereses, simplemente invocan esta prerrogativa para librarse del alcance de sus sanciones. Así ha pasado por décadas con Estados Unido, Rusia y China.