Cuando la economía mexicana mostraba sus mejores cifras en décadas, con un crecimiento de 2.9% en el primer trimestre del año y una inflación anual de 2.6%; cuando se anunciaba una reducción en la deuda, se capitalizaba Pemex, y cuando se recortaba burocracia, el peso mexicano volvió a derrumbarse. Con razón, la opinión pública considera que las buenas cifras de la economía y los pasos en la dirección correcta no son ciertos, puesto que la moneda mexicana pierde valor frente al dólar. Parece un contrasentido que cuando mejor estamos es cuando peor le va al peso mexicano. Entre el 29 de abril y el 6 de mayo, el precio del dólar subió 64 centavos y todo mundo pegó de gritos. ¿Qué pasó ahora? El problema es que el valor del peso mexicano frente al dólar en realidad depende más de lo
que pase en el resto del mundo, que de decisiones económicas mexicanas. En este caso concreto, el peso se devaluó frente al dólar debido a que se piensa, existe la posibilidad, se sospecha, que la Reserva Federal de Estados Unidos subirá sus tasas a mediados de junio y eso provoca que los capitales vuelen hacia el mercado norteamericano, lo que significa que hubo muchos inversionistas que vendieron pesos y compraron dólares y ese aumento en la oferta del peso es lo que provoca que el peso pierda valor. No sólo eso, parece claro para todo el mundo, menos para los interesados, que las políticas monetarias acomodaticias, que son esas de baja tasa de interés y mucha liquidez, ya no están sirviendo para que las economías se recuperen y la combinación de bajo o nulo crecimiento con tasas de in
terés bajas y mucho dinero en las economías, lo único que provoca es inestabilidad. La realidad es que el dinero está asustado y corre como liebre de un mercado a otro. Primero, se refugió en los mercados emergentes, como México; ahora, busca mayor seguridad y galopa hacia Estados Unidos. Eso ha provocado que todas las monedas se devalúen frente al dólar y que en los primeros meses de este año el peso mexicano haya sido el que más se ha devaluado, porque a los problemas externos se suma el hecho de que hoy la economía mexicana no tiene tantos dólares como en el pasado. La caída en los ingresos petroleros y la pérdida de competitividad del país para atraer inversión extranjera significa que tenemos menos dólares, hay menos oferta de dólares y esa moneda se enca
rece. Así que seguiremos sufriendo los problemas sicológicos que acarrea una moneda débil y las empresas seguirán enfrentando la realidad dolorosa de que las compras de insumos y el valor de la deuda se han encarecido. Y no hay mucho que hacer para evitarlo. El peso mexicano seguirá los próximos meses oscilando entre los 17 y los 18 pesos por dólar. La única respuesta es fortalecer las finanzas públicas, evitar el endeudamiento, mantener una política monetaria antiinflacionaria y vigilar que las grandes cifras macro del país estén lo mejor posible. Eso, a la larga, dinamizará el crecimiento y permitirá que la economía mexicana sufra menos en estas épocas de turbulencia. Hasta la próxima con nuevas… Perspectivas.
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