El arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, explicó que San Pablo llama a los cristianos a estar siempre alegres, del mismo modo que hoy el Señor nos llama a nosotros a vivir siempre con alegría.
Señaló que con un gozo fundado en la oración y en la fidelidad al Señor, que permita la acción del Espíritu en nuestras vidas. Dice san Pablo: “El que los ha llamado es fiel y cumplirá su promesa” (1 Tes 5, 24). La fe nos lleva a esperar el cumplimiento de la promesa del Señor y esa es la fuente de la alegría.
Dijo que ayer tocó encender la vela color de rosa de la corona de Adviento, y algunos sacerdotes usarán este color de ornamento para celebrar la santa misa.
Resaltó que este color es signo de la alegría que nos produce el objeto de nuestra espera. “Casi todas las mujeres que llevan en su vientre un hijo, por más que tengan incomodidades y sobrelleven sacrificios por su embarazo, mantienen la alegría a causa del niño que esperan. Hay muchas otras cosas que podemos esperar con alegría, pero nada produce tanto gozo como el niño que está por nacer”.
Indicó que nosotros esperamos celebrar la Navidad, es decir, el nacimiento del “Niño” con mayúscula, que ha significado el centro de nuestra historia.
“Por eso la liturgia de la Iglesia en los templos nos hace vivir el memorial, es decir, el recuerdo vivo de una realidad que se actualiza. Pues no es algo sólo de nuestra memoria o de la historia, sino que toca a cada ser humano en cualquier época. Son muchas las cosas que se hacen en casa en esta fiesta, con un sentido cuasilitúrgico: el nacimiento, el pino, los adornos, las posadas, los regalos (especialmente los que se dan a los niños), los cánticos; todo nos ayuda a vivir la memoria que sigue dando sentido a nuestra existencia”, refirió.
Agregó que el hombre que ha vivido la más perfecta alegría es el mismo Hijo de Dios encarnado. En el pasaje de hoy en la primera lectura, el profeta Isaías nos anuncia al Mesías que ha de venir, y pone en sus labios las siguientes palabras: “Me alegro en el Señor con toda el alma y me lleno de júbilo en mi Dios, porque me revistió con vestiduras de salvación y me cubrió con un manto de justicia, como el novio que se pone la corona, como la novia que se adorna con sus joyas” (Is 61, 10). Cuando Jesús vivió entre nosotros, también hizo notar su alegría, como cuando dice el evangelio que: “En ese momento, Jesús se llenó de alegría en el Espíritu Santo” (Lc 10, 21).
“Fijémonos bien en que el pasaje de Isaías compara la alegría del Mesías con la alegría de un novio, que se engalana para su boda, o la de una novia, que se adorna con sus joyas. “Ya se había figurado en otros pasajes del Antiguo Testamento el amor de Yahvé-Dios por su pueblo Israel, como el de un enamorado esposo”, indicó.
Precisó que algunos pasajes del nuevo Testamento nos hablan de este simbolismo, como cuando Jesús predica el Reino de Dios bajo la figura de un banquete de bodas, también cuando san Pablo, en su Carta a los Efesios, pone como modelo para los esposos cristianos la relación que existe entre Cristo el esposo y su esposa la Iglesia; o la alegría de las bodas del Cordero con su esposa la Iglesia, que aparece en el Apocalipsis.
Detalló que igualmente, los Santos Padres de la Iglesia han hablado de la Navidad como el inicio de las Bodas del Señor con su pueblo. “De hecho, la liturgia del tiempo de Navidad en algunos momentos cita el pasaje de las bodas de Caná. La alegría de las bodas se anuncia e inicia desde ahora. Dice el himno del Oficio de Lectura del día de hoy en la Liturgia de las Horas: `Ya la tierra reclama su fruto y de bodas se anuncia alegría; el Señor que en los cielos habita se hizo carne en la Virgen María’”.
Destacó que el salmo responsorial de hoy, no es sino un pasaje del evangelio de san Lucas que nos trae la alegría de la Santísima Virgen expresada en su cántico, que nosotros hemos proclamado diciendo: “Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador” (Lc 1, 47). No ha habido pues, ni habrá en la historia, ninguna mujer más feliz que María, por ser la más santa. Ella es la que experimentó la alegría más profunda, a pesar de haber pasado por tantos trabajos y sacrificios; sobre todo, por haber participado como nadie de la pasión de su Hijo”, finalizó.
Texto y foto: Darwin Ail