Monseñor Gustavo Rodríguez Vega invita a los padres de familia, sacerdotes, gobernantes y a todos a los que les toca conducir a otros, hacerlo como Jesús, llevando una vida íntegra y congruente con lo que enseñamos
El arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, exhortó a los padres de familia, sacerdotes, maestros, gobernantes y a todos los que les toca de alguna manera conducir a otros, hacerlo con una autenticidad semejante a la de Jesús, llevando una vida íntegra y congruente con lo que enseñamos, con el cargo que desempeñamos en la Iglesia, en la familia o en la sociedad.
Aprovechó para felicitar a las catequistas de Yucatán, que con tanta generosidad y amor sirven a Cristo niño y a Cristo joven en la persona de los niños y adolescentes de nuestra Iglesia particular. “Un segundo saludo con mucho cariño va para todos los jóvenes que están participando en el retiro vocacional del preseminario llamado “Rema” (Remar, mar adentro); que el Señor les ayude a clarificar su vocación en estos días”, dijo.
Señaló que en la segunda lectura nos puede asombrar cómo san Pablo habla sobre el celibato y la virginidad, como estilos de vida cristiana más convenientes para un discípulo de Jesús. “Lo que hace san Pablo es recomendar su propia vocación, para que otros consideren la posibilidad de que el Señor los llame por el mismo camino suyo. De ninguna manera se trata de un menosprecio de la vida matrimonial; de hecho, la Iglesia ha llevado a los altares a diversas parejas de matrimonios cristianos”.
Agregó que el papa san Juan Pablo II trató de impulsar los procesos de canonización de estos santos casados, porque antes del Concilio Vaticano II, hubo una corriente de espiritualidad equivocada dentro de la Iglesia, en la que se consideraba imperfecta la vida matrimonial, esto por tener un concepto negativo de la sexualidad. “Sin embargo, luego del Concilio todos volvimos a cobrar conciencia de que la diferencia entre los sexos y la atracción natural entre el hombre y la mujer, es obra de Dios en orden a la integración de familias y a la procreación de nuevos seres humanos”, indicó.
Señaló que lo que san Pablo presenta en su carta es una gran novedad evangélica, que ya no le da un valor absoluto al matrimonio, como se daba en el judaísmo. “Se trata de la fe en la resurrección, pues si antes se creía en la necesidad absoluta de la procreación de hijos para prolongarse en la existencia a través de ellos, ahora, los que son llamados por Dios al celibato o la virginidad por amor al Reino de los cielos, están convencidos de que ellos mismos, por la gracia de Dios, participarán de la eternidad, convirtiéndose así en anuncio viviente de la vida futura”, refirió.
Señaló que la resurrección de Cristo confirma la convicción de quienes ya esperaban la resurrección de los muertos, desde entonces, tanto la vida matrimonial, como la vida célibe en la Iglesia, se entienden como llamados de Dios y como vocaciones complementarias entre sí.
“Pidamos al Señor, con la intercesión de san Juan Bosco, patrono de la niñez y de la juventud, que los padres de familia, los sacerdotes, los maestros cristianos y todos los que de alguna manera acompañen la educación de los niños y jóvenes, sepamos acompañarlos en esta época tan turbulenta para ayudarles a encontrar su vocación, enseñándoles a valorar tanto el matrimonio, como la vida virginal o celibataria, como vocaciones cristianas, como caminos para alcanzar la santidad, que por encima de la búsqueda del éxito, anhelen ante todo el camino de la fidelidad. También desde la catequesis tenemos que ayudar a los jóvenes en el discernimiento de su vocación”, mencionó.
Texto y foto: Darwin Ail