Carlos Hornelas
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Estamos a unos cuantos meses de la elección presidencial y con ello, de conocer quién será el sucesor (a) de Andrés Manuel López Obrador.
En días recientes, el presidente ha querido, como todos sus antecesores, hacer un último intento por llevar a cabo lo que califica como su legado, a pesar de que tiene el tiempo en contra. Muchas cosas por a ver y poco tiempo para lograrlas.
Una muestra de ello es el paquete de reformas que ha enviado al Congreso buscando su aprobación. Y es algo un tanto desconcertante porque, en el último informe de gobierno, se ufanó proclamando a los cuatro puntos cardinales, que solo faltaba cumplir con dos de los 100 compromisos que firmó que constituirían el eje de su plan de gobierno durante su mandato.
No será necesario abordar aquí lo ya consabido: la visión optimista y autocomplaciente que tiene de su propio desempeño y la poca autocrítica sobre muchos de estos puntos. Ni se ha encontrado a los 43 desaparecidos, ni estamos como Dinamarca en materia de salud, ni los militares han regresado a sus cuarteles, ni se acabó con la corrupción, por mencionar algunos al azar.
Ahora se le ha ocurrido hacer una nueva sección que pasaría cada 15 días, en miércoles, que pretende titular “quién es quién en los bots”, porque argumenta que “la gente debe estar bien informada”. En la conferencia matutina espetó: “Necesitamos explicarle a la gente como es ese mecanismo de manipulación, no son personas de carne y hueso y un pedazo de pescuezo, son robots, pero cómo opera eso y cuánto cuesta, porque hablamos de millones de pesos de una campaña así”.
Yo me imagino que, con tanto trabajo pendiente y cosas por concretar, debería centrarse en el cierre escrupuloso de diversos procesos para la entrega a su sucesor (a): el funcionamiento regular del tren maya, el inicio de producción en la refinería Dos Bocas, el inicio de las operaciones del tren Trans-ístmico, la regularización de la logística de Mexicana de aviación… por citar algunos.
Sin embargo, si tan preocupado está por que la gente ejerza su derecho a la información y las condiciones en que ésta se produce, podría hacer muchas más cosas. Podría, por ejemplo ocuparse de mandar la terna de los candidatos faltantes del Consejo del Inaip, porque su desacato a la Corte, su indiferencia a la ley y su intransigencia en esta materia le niegan, a la gente que busca proteger, información que es pública y se financia con el impuesto de quienes trabajamos todos los días.
Las redes sociales pueden costarle a los particulares lo que entre ellos arreglen, pero esto que es un mandato constitucional y ya estamos pagando es una franca obstrucción a la documentación en manos del gobierno.
Podría, por ejemplo, dar a conocer el estado de las investigaciones sobre las muertes de los periodistas que se acumulan en su sexenio. Explicar cómo van esas indagatorias y señalar los resultados obtenidos hasta la fecha.
Podría explicar por qué los medios públicos tienden, cada vez más, a volverse medios oficiales, con una soez intervención en su contenido, que en lugar de presentar hechos y reportes neutrales, se hacen cada vez más tendenciosos y alienantes.
Podría fortalecer la cooperación con medios de comunicación y organizaciones de la sociedad civil para elevar la calidad de la información concerniente al Estado, de manera oportuna, certera y fiable para erradicar de tajo la desinformación, dar contexto al público y socavar los intentos por difundir versiones tendenciosas con fuentes y documentación irrefutables.
Pero, lo de los bots es más electorero, más inmediato, espectacular y no requiere ni formación para llevarlo a cabo ni profesionalización para analizarlo. Sólo ganas de incidir en el proceso electoral.