Mario Barghomz
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El amor sin duda es una de las fuerzas más vitales de la naturaleza humana. El amor nos fortalece, nos dignifica, nos entusiasma y nos calma. Una persona al sentirse amada se siente fuerte y vital, animada y generosa. Por el contrario, la falta de amor es vacío y soledad.
El amor nos permite estar bien, crecer bien, pensar bien y sentir bien. Si desde niños crecemos amados (empapados de amor), acompañados, atendidos, besados y abrazados; de mayores seremos personas que habiendo crecido con esa semilla, seremos generosos, empáticos, cordiales y siempre solidarios y atentos con los demás.
Un niño no amado crecerá resentido, solitario, temeroso, desconfiado. La falta de atención y compañía en su infancia le generará resentimiento y amargura, dudas y altas probabilidades de falta de salud emocional y, naturalmente, también, metabólica. Las personas no amadas se vuelven obsesivas, ambiciosas, rencorosas, y siempre con la tendencia a sospechar de aquellos que quieren amarlas.
Crecer empapados de amor es la gracia más digna de aquellos a quien se ama. Toda bondad se deriva del amor, toda maldad del desprecio. Quien acaricia o abraza puede estar seguro (si lo hace amando) que estos afectos surgen de aquello que su alma guarda como un tesoro. La salud y el amor (y regularmente lo uno va con lo otro) son las facultades más grandes que posee un ser humano. Sin ellas, cualquier hombre (pobre o rico, humilde o poderoso) es un simple miserable.
El amor, las caricias, el abrazo, el beso o la palabra hacia el amado; no son sino el reflejo de lo igualmente recibido. Quien jamás (o poco) ha recibido; no tiene nada que dar. Quienes han crecido en abundancia de amor, sabrán siempre ser abundantes, porque es lo que hay en ellos; amor y no desprecio, odio o resentimiento.
Cuando el amor es abundante en una persona, su fortaleza deviene de ese sentimiento. No hay sentimiento humano que se desee más, así seamos niños, adolescentes, jóvenes o ancianos. Un viejo cuando es amado se siente animado, saludable y comprendido. De lo contrario será un viejo huraño y cansado que sólo desee morirse. En muchos sentidos (hoy lo sabemos) las enfermedades de una persona mayor se deben a su falta de amor.
El corazón (Eros) y la mente (Psique) se unen en una tarea emocional para el género humano: el amor. Amar es sentir, pero también es pensar. Dentro de nuestro metabolismo el nervio vago se encarga de mantener viva esta relación interoceptiva (cerebro-corazón) entre la frecuencia cardiaca (FCV) y lo que cada cerebro humano siente al enamorarse o sentirse amado.
Será natural que la gente despreciada o rechazada, no sólo vivan con tristeza su abandono, sino con la falta de salud adecuada que se derivará de la consecuencia de un sistema inmunológico débil y un bajo sistema vagal que repercutirá en todos y en cada uno de los órganos que desde el bulbo raquídeo el nervio vago en su eferencia (del cerebro al cuerpo) y su aferencia (del cuerpo al cerebro), comunica a cada uno de los órganos de nuestro cuerpo con nuestro cerebro. Hablamos del corazón, la garganta, el estómago, los pulmones, el páncreas, el hígado… A nivel emocional una persona no amada, sin duda desarrollará alergias y enfermedades crónicas degenerativas, debido a la poca resistencia y debilidad de su sistema inmunológico.
El amor es el néctar, la ambrosía, la medicina, el alimento, el mejor de todos los regalos que Dios nos pudo haber hecho. Sin amor no habría vida. Como dije; toda buena salud y todo bienestar se derivan fundamentalmente del amor.
¡Y entre más amados, más encantados!
Dice en I de Corintios 13: “el amor es paciente, bondadoso, no es arrogante ni grosero, envidioso ni jactancioso, no es irritable ni resentido, no se alegra del daño sino de la verdad, todo lo soporta y lo cree, todo lo espera.
Y yo digo: ¡con amor todo, sin amor nada!