Carlos Hornelas
carlos.hornelas@gmail.com
El tema migratorio vuelve a aparecer en las agendas tanto de México, como de Estados Unidos, ahora con las elecciones en puerta en cada caso. Para nuestros vecinos del norte, se convierte en una diferenciación obligada entre los republicanos y los demócratas.
Como se sabe, los republicanos han manifestado su reticencia a la migración tanto legal como ilegal a su país arguyendo motivos de pérdida de empleos, cargas económicas gravosas para los contribuyentes, riesgos para la seguridad nacional, entre otros.
En días recientes, el gobernador de Texas ha revivido, con cierto éxito, una iniciativa de ley que ha sido suspendida temporalmente por la Suprema Corte de Justicia de EE.UU., que habría permitido tratar a los inmigrantes ilegales como delincuentes, así como dar poderes a las fuerzas policíacas para interrogar y detener a sospechosos para deportarlos hacia México.
El presidente, López Obrador, se ha manifestado en contra de tal disposición, aunque sus efectos todavía estén siendo analizados y cuente con una suspensión temporal, hasta que se discuta el fondo del asunto, en una sesión específica. En su conferencia matutina, aseveró “estamos en contra de esta ley draconiana completamente opuesta contraria los derechos humanos, una ley deshumanizada por completo, anti cristiana, injusta, violatoria de normas de la convivencia humana, no sólo del derecho internacional, sino hasta violatoria de la biblia, y esto lo digo porque quienes aplican estas medidas injustas inhumanas van a los templos. Se les olvida que en la Biblia se habla de tratar bien el forastero y el amor al prójimo”.
Estas declaraciones se dan a casi un año del incendio de una estación migratoria del Instituto Nacional de Migración, en Ciudad Juárez, en el que murieron 40 migrantes que habían sido encerrados bajo llave por el personal, en un espacio que carecía de ventilación, rociadores y extintores.
Esto debe poner en perspectiva la forma en la que se trata a los migrantes no sólo en EE.UU sino en México. Con el pretexto del tren maya, el presidente, López Obrador, se extralimitó en sus declaraciones y ofrecimientos hacia los migrantes al inicio de su mandato. “Los recibiremos con los brazos abiertos” decía y les ofreció un trabajo seguro en México, donde podrían emplearse en la construcción del Tren Maya, el tren trans-ístmico o la refinería de Dos Bocas.
Cosa que jamás sucedió, entre otras razones porque los migrantes veían en ese momento a México como una escala en su trayecto a vivir el sueño americano y establecerse definitivamente en el país del norte.
Lo cierto es que, a partir de este ofrecimiento, las llamadas “caravanas de migrantes” iniciaron su éxodo desde lo que la cadena televisiva Fox llamó los “cinco países mexicanos”, refiriéndose a El Salvador, Nicaragua, Honduras, Guatemala y Costa Rica, en números cada vez mas grandes. Lo cual provocó la preocupación del tío Sam y el endurecimiento de sus políticas tanto migratorias como de asilo.
En ese sentido cabe recordar que, a partir del mandato de López Obrador, México se convirtió de facto en un “tercer país”, es decir en una especia de antesala de quienes pidieran asilo a los Estados Unidos hasta que su trámite de recepción o deportación se resolviera y más aún, que recibiera aquellos migrantes que eran deportados.
Esta maniobra de Trump le valió un comentario peyorativo y desdeñoso hacia el entonces canciller mexicano, Marcelo Ebrard, quien supuestamente negociaría este y otros temas con el mandatario americano, quien dijo de él que, durante la capitulación de los temas, simplemente lo “había doblado”.
E
l tema migratorio vuelve a aparecer en las agendas tanto de México, como de Estados Unidos, ahora con las elecciones en puerta en cada caso. Para nuestros vecinos del norte, se convierte en una diferenciación obligada entre los republicanos y los demócratas.
Como se sabe, los republicanos han manifestado su reticencia a la migración tanto legal como ilegal a su país arguyendo motivos de pérdida de empleos, cargas económicas gravosas para los contribuyentes, riesgos para la seguridad nacional, entre otros.
En días recientes, el gobernador de Texas ha revivido, con cierto éxito, una iniciativa de ley que ha sido suspendida temporalmente por la Suprema Corte de Justicia de EE.UU., que habría permitido tratar a los inmigrantes ilegales como delincuentes, así como dar poderes a las fuerzas policíacas para interrogar y detener a sospechosos para deportarlos hacia México.
El presidente, López Obrador, se ha manifestado en contra de tal disposición, aunque sus efectos todavía estén siendo analizados y cuente con una suspensión temporal, hasta que se discuta el fondo del asunto, en una sesión específica. En su conferencia matutina, aseveró “estamos en contra de esta ley draconiana completamente opuesta contraria los derechos humanos, una ley deshumanizada por completo, anti cristiana, injusta, violatoria de normas de la convivencia humana, no sólo del derecho internacional, sino hasta violatoria de la biblia, y esto lo digo porque quienes aplican estas medidas injustas inhumanas van a los templos. Se les olvida que en la Biblia se habla de tratar bien el forastero y el amor al prójimo”.
Estas declaraciones se dan a casi un año del incendio de una estación migratoria del Instituto Nacional de Migración, en Ciudad Juárez, en el que murieron 40 migrantes que habían sido encerrados bajo llave por el personal, en un espacio que carecía de ventilación, rociadores y extintores.
Esto debe poner en perspectiva la forma en la que se trata a los migrantes no sólo en EE.UU sino en México. Con el pretexto del tren maya, el presidente, López Obrador, se extralimitó en sus declaraciones y ofrecimientos hacia los migrantes al inicio de su mandato. “Los recibiremos con los brazos abiertos” decía y les ofreció un trabajo seguro en México, donde podrían emplearse en la construcción del Tren Maya, el tren trans-ístmico o la refinería de Dos Bocas.
Cosa que jamás sucedió, entre otras razones porque los migrantes veían en ese momento a México como una escala en su trayecto a vivir el sueño americano y establecerse definitivamente en el país del norte.
Lo cierto es que, a partir de este ofrecimiento, las llamadas “caravanas de migrantes” iniciaron su éxodo desde lo que la cadena televisiva Fox llamó los “cinco países mexicanos”, refiriéndose a El Salvador, Nicaragua, Honduras, Guatemala y Costa Rica, en números cada vez mas grandes. Lo cual provocó la preocupación del tío Sam y el endurecimiento de sus políticas tanto migratorias como de asilo.
En ese sentido cabe recordar que, a partir del mandato de López Obrador, México se convirtió de facto en un “tercer país”, es decir en una especia de antesala de quienes pidieran asilo a los Estados Unidos hasta que su trámite de recepción o deportación se resolviera y más aún, que recibiera aquellos migrantes que eran deportados.
Esta maniobra de Trump le valió un comentario peyorativo y desdeñoso hacia el entonces canciller mexicano, Marcelo Ebrard, quien supuestamente negociaría este y otros temas con el mandatario americano, quien dijo de él que, durante la capitulación de los temas, simplemente lo “había doblado”.