Armando Escalante
Periodista y analista político
A la señora no le alcanza ni de broma. El 2024 no se parece en nada al 2018, cuando el presidente saliente era otro como persona y la sociedad también era otra. Cuando los artistas, los académicos, los científicos, le creían todo. Ni se diga los deportistas y los burocrátas. Todos son todos.
Cuando Amlo era otro en campaña lo apoyaban las universidades, los colegios de profesionales y los agremiados en las cámaras empresariales se admiraban con sus promesas.
La comunidad internacional lo seguía como un líder ejemplar, había países que lo glorificaban y hasta Estados Unidos se tragaba sus mentiras.
En la Corte tenía aliados porque no les llamaba aún corruptos. En los demás partidos se le veía como la esperanza para continuar en el poder pasándose de su lado.
Los medios comenzaban a darle espacio, más que ahora, aunque él diga que no. El sector privado con sus empresas se había enamorado de su lucha “contra la corrupción” sin saber que luego sería el alumno que supere al maestro con sus hijos socios de los nuevos juniors de El Clan.
Los organismos autónomos, el INE, le habían concedido todo lo que pedía. Las leyes electorales estaban llenas de candados que él había puesto en cada elección y se hacía cumplir la ley. El PRI como el PAN no podían hacer campaña para si y menos contra él sin ser sancionados.
Las redes sociales eran “benditas” y millones de tuiteros le profesaban fe ciega, sin cobrar un peso como influencers ni ser bots. En youtube todo era apoyo para él. No había TikTok.
Y no se diga del presidente que salía, el intocable Enrique Peña Nieto, que hizo todo contra su adversario Ricardo Anaya para favorecer a Amlo, le inventó expedientes y lo desprestigió siendo el favorito. Además, Peña dejó de apoyar al candidato del PRI y José Antonio Meade se aplacó ante el morenista, quizá sabiendo del pacto que se sospechaba habría con él.
En el Congreso, había gente dispuesta a doblegarse y alzar la mano para su beneficio. Todos los astros estaban alineados.
Así fue como ganó el peje la presidencia. Con un país que tenía medicinas, vacunas, que tenía seguro popular, estancias infantiles, albergues para mujeres violentadas, y miles de cosas más que la 4T ha destruido estos cinco años, por orden presidencial.
Un país que tenía la mitad de los asesinatos que hoy se cuentan al doble gracias al crimen organizado instalado como autoridad en 20 estados.
Hoy —por supuesto— la señora de la cola larga jamás podría aspirar a tener ese país porque precisamente su gran impulsor lo ha destruido. Alcanzará los votos de menos de 18 millones de un padrón de 100 millones de electores con una participación superior al 55% donde por lo menos 20 ó 25 millones —con toda seguridad— votarán en su contra. Por eso no ganará alguien que estuvo de acuerdo con toda esta destrucción institucional.
El xix.– En Campeche finalmente se confirmó lo que todos sabíamos: la gobernadora y sus excesos han logrado unir a miles de campechanos… pero en su contra. El hilo se reventó por donde lo sabíamos con la llegada del partido del presidente todo destruye y así destruyó la policía con una jefa de Michoacán que como se sabe impune, protegida e intocable, actúa a sus anchas y pasa encima de los derechos humanos de las y los agentes, arriesga la vida de ellas y ellos y está de acuerdo con que ganen poco, con que no tengan uniformes y tampoco armas. Una policía con mandos de otros estados, sin arraigo, sin amor al estado, la corporación perfecta y digna de la 4T que por lo mismo, deja crecer la criminalidad, las ejecuciones y tolera, o fomenta, el crecimiento de los delitos de alto impacto. Excelente lo que hace Layda Sansores para continuar hundiendo a su asesorado en Yucatán, que se prestó a la calumnia yendo a su lado, al martes del rencor, para sumarse a la tarea de destrucción de la paz social de Yucatán. ¡Felicitaciones, candidato!