El arzobispo de Yucatán, Gustavo Rodríguez Vega, pidió orar para que se tenga un proceso electoral pacífico y que el día de las elecciones se convierta en una gran fiesta cívica que a todos nos alegre y nos una.
Recordó que el pasado lunes, la Arquidiócesis de Yucatán atestiguó la firma de un compromiso por la paz en la entidad, de parte de cada uno de los aspirantes a la gubernatura del Estado.
“Pero antes de firmar, cada uno de los candidatos fue presentando sus planes para conservar la paz entre nosotros a nivel social y de las familias, lo mismo que a fortalecer el tejido social”, señaló.
Explicó que, en la primera lectura, tomada del libro del Deuteronomio, se exalta el privilegio del pueblo de Israel, a quien se le ha dado conocer al único y verdadero Dios, el cual de una forma cercana ha protegido a Israel con numerosos prodigios, y además le dio los mandamientos para que cumpliéndolos alcanzara la felicidad. Israel reconoce que el cumplimiento de los mandamientos produce una felicidad inmediata, pero que además se promete una larga vida.
“Ningún otro pueblo en la antigüedad era monoteísta, es decir, que sólo veneraban a un solo Dios; por el contrario, todos los demás eran politeístas. Algunos filósofos griegos como Sócrates, Platón y Aristóteles, llegaron a la convicción filosófica de que el ser divino exigía unicidad, no multiplicidad, y que Dios debía ser la causa última de todo cuanto existe. Aunque, por otra parte, ellos mismos rindieron culto a las distintas divinidades griegas, porque no tenían en Grecia un culto monoteísta”, señaló.
Detalló que el jurista, político, filósofo, escritor y orador romano quien falleció en el año 43 A. C., Marco Tulio Cicerón, al morir no se dirigió a ninguna de sus divinidades romanas, sino a la “Causa de las causas”, diciendo: “Causa causarum, miserere mei” (Causa de las causas, ten piedad de mí).
Refirió que el pueblo de Israel que no tenía el poderío de otros pueblos, ni la grandeza de una escuela filosófica, fue elegido por el único Dios para rebelarse a él, llegando a ser luego instrumento de Dios para darse a conocer a todos los pueblos, tal como lo dijo a nuestro padre Abraham: “En tu descendencia serán bendecidas todas las naciones de la tierra” (Gn 22, 18).
Puntualizó que antes de la llegada de Cristo, ya muchos extranjeros se acercaron al pueblo de Israel para abrazar su misma fe en el único Dios. A éstos se les llamó “prosélitos”.
Agregó que el día de Pentecostés hubo muchos prosélitos escuchando la primera predicación del Evangelio y bautizándose para unirse a la Iglesia de Jesucristo. “Pero sólo Cristo resucitado mandó al nuevo pueblo de Dios, que es la Iglesia, a predicar a todos los hombres y mujeres la buena nueva de la salvación, así como la realidad de un solo Dios verdadero en tres personas iguales y distintas, que se llaman Padre, Hijo y Espíritu Santo”, aseguró.
Recalcó que en el salmo responsorial proclamamos el 32 diciendo: “Dichoso el pueblo elegido por Dios”. Resaltó, que en efecto, Israel no tuvo los méritos ni la capacidad para alcanzar el conocimiento de Dios, sino que fue Dios quien lo eligió y le mostró su camino, el camino de los mandamientos. De igual modo cada uno de nosotros hemos de sentirnos dichosos de que el Señor nos haya elegido amorosamente para formar parte de su Iglesia. “En el Señor está nuestra esperanza, pues Él es nuestra ayuda y nuestro amparo” (Sal 32).
Subrayó que cuando se habla del “Misterio de la Santísima Trinidad”, tal vez alguien piense que nos es posible descifrar eso de que sea un solo Dios, si son tres personas. Recordemos que la palabra “misterio” significa etimológicamente “plan”. Se trata pues del plan de Dios, de revelarse a nosotros que no tenemos que meter este conocimiento en nuestra pequeñísima inteligencia, sino en nuestro espíritu que tiene una gran capacidad de creer y de amar.
Texto y foto: Darwin Ail