El fundador de WikiLeaks, Julian Assange, regresó ayer miércoles en silencio a su Australia natal, tras acordar su libertad con la justicia estadounidense 14 años después de la mayor filtración de documentos clasificados de EE.UU., mientras su esposa pidió “tiempo” para que “pueda hablar de nuevo”.
Assange aterrizó en el aeropuerto internacional de Camberra en un vuelo chárter alrededor de las 19:40 hora local (09.40 GMT), después de un largo viaje que comenzó el lunes en Londres y que le llevó a realizar el martes un parada técnica en Bangkok antes de comparecer ayer en Islas Marianas del Norte como parte del pacto con EE.UU.
El activista, de 52 años, salió del jet privado -el mismo en el que la cantante Taylor Swift viajó a la Super Bowl en febrero- enfundado en un traje oscuro, con camisa blanca y corbata, y con el puño en alto saludó con gestos a decenas de medios de comunicación y seguidores que lo aguardaban y vitoreaban.
“Estoy muy contenta, pero esto tendría que haber ocurrido muchos años atrás”, dijo a EFE la chilena Ana Hurtado, que esperaba fuera del aeropuerto la llegada de Assange junto a tres amigas.
En la pista de aterrizaje se fundió en un abrazo con su esposa, Stella Assange, y su padre, John Shipton, pero lejos de la imagen más confiada que desprendía en sus comienzos al frente de WikiLeaks, Assange mantuvo un perfil bajo y renunció a declarar durante la rueda de prensa que se había programado tras su llegada.
“Julian quería estar aquí hoy, pero me ha pedido que yo lo haga (…) Necesita tiempo, necesita recuperarse”, afirmó su esposa en una pequeña sala del East Hotel de Camberra, frente al más de centenar de periodistas, entre ellos EFE, que esperaban a su marido.
Texto y foto: EFE