Mario Barghomz
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La psicoterapia sin duda es el mejor recurso para resolver el problema de una enfermedad emocional. Todo padecimiento emocional ocurre en la “psique” (mente, alma) y de ahí, temprano o tarde, se somatiza hacia el cuerpo, causando también enfermedades orgánico – físicas que nunca o pocas veces se derivan a la verdadera causa de sus síntomas y padecimientos.
El trauma o los traumas son uno de esos padecimientos “silenciosos” que someten o esclavizan a quien los padece desde su mente, es decir, desde su psique. La palabra “trauma” deviene del griego y significa “herida”. Dentro del ejercicio paramédico el término se utiliza de manera usual y recurrente para referirse a una herida por accidente; “trauma cráneo encefálico”, por ejemplo.
En psicología la palabra se utiliza para referirse a una herida emocional, concretamente a una herida del pasado. Fue Pierre Janet (psicólogo francés) quién por primera vez en 1889, describió las heridas emocionales de un paciente como los “recuerdos traumáticos” que traía de su pasado a su presente, haciendo que su comportamiento fuera poco racional, y sí muy reactivo y visceral.
Peter Levine, psicólogo y biofísico médico, lo denominó “la tiranía del pasado”, y lo describió como “aquello que altera el equilibrio biológico, psicológico y social de una persona, hasta el punto en que el mal recuperado de un suceso, puede llegar a empañar y dominar las demás experiencias y acciones de quien lo padece, ofuscando su percepción del presente”.
Si un trauma no es atendido o desaparece, seguirá presente en la vida de la persona que lo padece para alterar (en su presente) todo aquello que le incomode o le ofenda, manchando o destruyendo relaciones (íntimas, laborales o sociales) a quien o a lo que juzgará siempre de culpables.
El trauma -dice Gabor Maté; (“El mito de la normalidad”, 2023. Versión electrónica, Kindle) “es lo que ocurre dentro de una persona como resultado de sucesos difíciles o dolorosos que le afectan… Un trauma es una lesión psíquica que se enquista en el sistema nervioso, la mente y el cuerpo”.
¿Y quién no ha llevado acuestas los traumas de su infancia o adolescencia, o aquellos que aparecieron después, hace 20 o 30 años, sin que por ello se les considere responsables de lo que hoy nos pasa? Niños que padecieron abandono, tiranía (dura o blanda), abuso, indiferencia, ausencia de cariño y afecto incluso con padres que los adoraban pero que no se sentían vistos ni aceptados. También -dice Levine- niños a los que no les pasaron cosas malas, pero tampoco cosas buenas.
Y de esa manera, a través del “recuerdo inconsciente” de esa infancia traumática; el pasado secuestra su presente. “El trauma es quizá la causa más evitada, ignorada, minimizada, negada, malentendida y sin tratar del sufrimiento humano”. (Levine).
Hubo una mujer que contaba a su psiquiatra que ella no tenía cuerpo porque un día decidió no sentirlo para no tenerlo. Su padre la violó por más de 14 años. Su dolor y su miedo era tanto que decidió ignorar lo que pasaba más allá de su mente, se refugió en ella (en su alma). Ya mayor, a través de la psiquiatría y la psicoterapia; tuvo que trabajar en el proceso para recuperarlo. Pero el trauma le duró muchos años; incapaz, insensible y temerosa de aceptar cualquier caricia o contacto.
Una persona traumada entiende el mundo desde su dolor o su herida. Su trauma es como un fantasma o un dolor invisible hospedado en su sistema nervioso que la atemoriza o la altera. Y tanto la mente como el cuerpo suelen responder al trastorno con la desregulación obvia de una incapacidad desequilibrada en las simples tareas cotidianas de la vida.
Un ser trastornado (traumado) será difícil que se mantenga dentro del entorno (íntimo y social) de una vida sana, si no es que su cerebro es lo suficientemente entrenado, primero, para sanar sus heridas y, luego, para mantenerse en la vida dentro de un bienestar aceptable y sano.
Pero ninguna mente podrá recuperarse, ningún cuerpo volverá a ser sano; si primero no se atiende (más allá de los síntomas del cuerpo) lo que pasa en su cerebro.