La cultura y sus dilemas

Mario Barghomz

mbarghomz2012@hotmail.com

La cultura se deriva de todo aquello que se cultiva y se aprende, aunque no todo lo que se aprende para formar una cultura sea éticamente moral o bueno, sobre todo para el bienestar social y de desarrollo de una comunidad o un pueblo.

Cultura es todo aquello que se sabe de un pensamiento y quehacer colectivo, de una comunidad, un tiempo (época) o una civilización, un arte o el devenir mismo de una historia humana. Es por tanto aquella memoria social, personal, íntima o política que se sabe y se entiende desde su raíz hasta el presente.

La cultura de un pueblo, de una ciudad o un individuo depende de sus costumbres y principios, de todo aquello a lo que llaman sus valores y hábitos, sus tradiciones, sus mitos y prejuicios, sus miedos y supersticiones.

Llamamos cultura a lo que se cultiva dentro y no fuera de un clan determinado, a lo que se mantiene vigente y vivo a través de las generaciones, del tiempo, las ideas y acciones mismas de quienes así les dan pertenencia y sentido a sus vidas. Aún tratándose de culturas bárbaras, misóginas, machistas, fanáticas o precarias.

En las comunidades más tribales o indígenas, la cultura se define por ser sólo autóctona y analfabeta, dada la condición de sus arraigadas creencias y costumbres que se suman a la evidente ausencia de desarrollo y rezago educativo. Tales culturas son evidentemente involutivas, ajenas en todo sentido a los cambios, adaptación y ajustes de los nuevos tiempos. Culturas aldeanas condicionadas por su mismo entorno y la repetición tradicional (y artesanal) de una memoria anclada en el pasado.

Hay culturas que no cambian y quizá esa sea su gracias, pero también su desgracia en un mundo que ya no pertenece al pasado. La cultura musulmana, por ejemplo, tiene la tendencia de no haber cambiado sus hábitos ni sus ideas desde que Mahoma emigró de la Meca a Medina, suceso que enmarca el principio de la era musulmana. Hablamos del año 622 d.C., hace ya mil cuatrocientos años.

Lo mismo pasa con la cultura judío-ortodoxa, que sigue viviendo apegada a las enseñanzas de Moisés a través de las viejas escrituras del Pentateuco como si el tiempo no hubiera pasado. Los rituales, la apariencia de su persona y el apego a sus más viejas costumbres y tradiciones, siguen siendo las mismas que en los tiempos de Pilatos en la Jerusalén ocupada por el Imperio Romano y aún antes, en la época de Salomón y el rey David.

Son culturas ajenas al resto del panorama de desarrollo del mundo, donde cada cambio ha sido significativo, tanto aquellos de carácter científico como humanista, político, artístico o educativo. Culturas que nos presentan a un hombre de su tiempo, más versátil y adaptativo, pleno de la memoria de su pasado pero consciente de su presente. Hombres que, en la evolución misma de su desarrollo, entienden la diferencia entre la generación de sus abuelos y sus padres, y la suya propia.

La cultura de las nuevas generaciones tiende a ser una cultura menos arraigada y más global, y en ese sentido, menos vulnerable, en el entendido y uso, también, tanto de las nuevas herramientas tecnológicas, como del acceso a los nuevos mercados y el dominio de otros lenguajes que le han permitido ensanchar su visión y crecimiento.

En este sentido la cultura de la nueva generación mundial, sin duda pierde su identidad aldeana, su arraigo a su propia tierra, principios y costumbres que con el tiempo ya no serán más los de sus padres, pero serán los que, para bien o para mal, estarán ahí para señalar su identidad o su ausencia de ella.

El mayor de los peligros para generaciones que comienzan a depender del juicio y prejuicio de las redes sociales, de su escrutinio, su dependencia y calificación en ausencia de una identidad propia y más firme; será la de esperar de los demás a través de la red virtual, lo que ya no tiene o nunca tuvo de sus padres, su propia familia o su comunidad.

Situación que sin duda no hace a ningún individuo ni generación más fuerte, sino más débil, más dependiente y sobrada de una pobre necesidad indigente.