Salvador Castell-González
El 13 de agosto de 1521 marca la caída de la gran Tenochtitlán a manos del conquistador Hernán Cortés. Una batalla que fue la terminación de varios años de asedio y guerra que diezmaron al gran ejército mexica.
Pero el verdadero enemigo que venció al imperio azteca fueron varias enfermedades infecciosas que trajeron a las Américas, entre ellas la viruela, el sarampión, la gripe, y la fiebre tifoidea. La viruela fue particularmente devastadora. A diferencia de las enfermedades endémicas en Europa, estas enfermedades eran nuevas para las poblaciones indígenas, que no tenían ninguna forma de inmunidad natural.
La viruela, en particular, se propagó rápidamente entre los pueblos indígenas. Las epidemias de viruela comenzaron a aparecer en México a finales de 1520 y principios de 1521, justo cuando la resistencia azteca contra los españoles estaba en su punto más crítico. Las estadísticas históricas sugieren que la viruela mató a una proporción significativa de la población indígena en la región. Se estima que las epidemias de viruela redujeron la población indígena en áreas específicas en un porcentaje alarmante, a veces hasta un 90% en algunas comunidades.
La alta mortalidad entre la población indígena tuvo un efecto devastador en la estructura social y militar de los pueblos indígenas. Las epidemias no solo causaron una gran pérdida de vidas, sino que también desorganizaron las sociedades, redujeron la capacidad de las comunidades para resistir la conquista y debilitaron la cohesión social. Esta debilidad interna hizo que fuera más fácil para los españoles y sus aliados indígenas vencer a las fuerzas aztecas.
El Imperio Azteca, ya debilitado por las luchas internas y las tensiones con otros pueblos indígenas, se vio gravemente afectado por la epidemia. La mortalidad masiva contribuyó a la desestabilización política y social del imperio. La pérdida de vida afectó la capacidad de la élite azteca para mantener el control y movilizar recursos en la defensa contra los conquistadores.
La epidemia también tuvo efectos indirectos en la dinámica de alianzas. Los pueblos indígenas que se habían aliado con los españoles a menudo fueron igualmente afectados por las enfermedades, lo que afectó su capacidad para apoyar a los conquistadores en la guerra contra los aztecas. A su vez, este descontento y debilitamiento entre las diversas comunidades indígenas ayudó a los españoles a consolidar su control.
La caída de Tenochtitlan marcó el comienzo de una profunda transformación en el continente americano, una victoria invisible que culminó con la imposición de una nueva estructura política, económica y cultural que perduraría por siglos. La resistencia indígena continuó en diversas formas, pero la conquista de 1521 significó un cambio irreversible en la historia de México y del continente. Las pandemias cambian la historia.