La fe hacia la Virgen del Tepeyac se manifiesta en historias de sacrificio, esperanza y agradecimiento que confluyen en San Cristóbal en la víspera de hoy 12 de diciembre
Para demostrarle su fe, gratitud y esperanza, ayer, en la víspera del 12 de diciembre, miles de fieles se dieron cita en el Santuario de la Virgen de Guadalupe en el barrio de San Cristóbal.
En un ambiente de fiesta, desde temprano comenzaron a llegar o a salir los grupos de antorchistas que buscaban llegar a sus puntos de origen antes de la medianoche, o en el transcurso de este viernes.
Para protegerlos, la Policía Municipal de Mérida montó un operativo de cierres de calles en los alrededores, mientras que los guardaparques también estuvieron asignados a esta labor, aunque es de destacar que la jornada nocturna transcurrió en calma.
En la misa se hizo una petición para que los peregrinos y antorchistas lleguen con bien a casa, y en especial, por aquellos que en esos momentos de la noche aún se encontraban transitando en las carreteras.
El Himno Guadalupano marcó el inicio de la ceremonia litúrgica en la que se analizó la importancia de las apariciones ante Juan Diego de la morenita del Tepeyac, quien en un sencillo y cariñoso diálogo confirma que somos sus hijitos.
¿No estoy aquí que soy tu Madre?, ella no nos abandona, siempre está para abrazar sostener, consolar, es el lado maternal de Dios”, rememoró el padre Michel Corteville, quien ofició la celebración eucarística de siete de la noche.
Más adelante, el sacerdote francés también hizo un espacio en sus oraciones para pedir por la paz y la unidad del pueblo mexicano y del mundo.
“En esta solemnidad de la Virgen de Guadalupe, ella viene a dar la bendición profunda, a sanar nuestras heridas, todo el amor de Dios está en ella y ella nos lo quiere dar”, recalcó ante los vecinos de la calle 73 que como cada año hicieron su peregrinación, muchos de ellos adultos mayores en sillas de ruedas, pero con mucho ánimo.
El ambiente
En los alrededores continuamente se escuchaba a los grupos de antorchistas que, al llegar al sagrado recinto, con alegría aplaudían y gritaban porras en honor a la Guadalupana, mientras esperaban su turno para recibir la bendición por parte de los diáconos que, con tal fin, esperaban a las puertas de la oficina parroquial.
En este lugar, la secretaria en turno del templo católico compartió que desde que iniciaron los festejos en honor a la Virgen Morena, y hasta el lunes, se había registrado la visita al santuario de 15 mil 467 antorchistas, que llegaron o partieron desde distintas ciudades y poblaciones.
Tan solo en el día de ayer se calculaba que más de mil antorchistas estuvieron presentes en el lugar, donde se habilitó un albergue en el que, hasta las ocho de la noche, se atendía a 43 personas, mientras que, como es costumbre, en los alrededores descansaban junto a sus bicicletas o mototaxis decorados muchos jóvenes, de los cuales algunos hasta colgaron su hamaca para recuperar fuerzas y continuar temprano rumbo a sus lugares de origen.
Muchos de ellos iniciaron su travesía hace más de un mes con destino al Tepeyac, y tras visitar la Basílica de Guadalupe, emprendieron el camino de regreso hacia Mérida. Lo hicieron venciendo el miedo, el frío intenso, el agotamiento y el hambre.
‘Nos vamos al rato, queremos llegar a las 5:30 de la mañana a Tekit”, comentó Manuel, quien esperaba terminar con éxito este viaje que inició a principios de mes y que lo llevó a bordo de su bicicleta a visitar la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México.
A un costado del recinto, a los pies de una imagen de la Guadalupana, se formó con veladoras una alfombra y muchos devotos como Ramón, con mucha fe, de rodillas, pidió por su salud y la de sus seres queridos además de agradecer por todas las cosas buenas que este año vivió.
Madres que con amor enseñaban a sus niños a persignarse, tras ofrecer sus rezos a la virgen, se tomaban la foto del recuerdo, y mientras tanto, en el lado norte, comenzaban a escucharse las alegres notas de una orquesta jaranera.
En el atrio el aroma a la fritura de panuchos y salbutes inundaba el ambiente, y las voluntarias se apuraban a desmenuzar el pavo para servir los pedidos que por momentos superaban su capacidad de atención. En la parte posterior no podía faltar el sabroso chocolomo que en esta ocasión se vendió a 170 pesos la ración completa y cien la media.
Y para premiar el esfuerzo de los antorchistas, no faltaron las personas que se organizaron para ofrecerles alimentos, agua o inclusive un refresco a su llegada.
Es así como una vez más la fe guadalupana se manifiesta en historias de sacrificio, esperanza y agradecimiento que confluyeron en San Cristóbal en la víspera de hoy 12 de diciembre, momentos antes de la tradicional serenata.
Texto: Manuel Pool
Fotos: M. Pool/Esteban Cruz




