“La cabeza de Tomás Moro exige que no perdamos la creatividad”

Por: Mateo Peraza VIllamil

Aviso: Es ficción, en parte.

 

Llegué al restaurante Amaro a beber una cerveza pero fue imposible. Me obligaron a entrar a un salón ubicado en la zona trasera del establecimiento, un salón secreto, donde el académico Esteban Krotz y los escritores Romina España y Rodrigo Llánez acribillaron mi tranquilidad. Acabaron con el dulce sabor de mi cerveza. Me forzaron, con sus excelentes ponencias, a aprender sobre el pensamiento utópico, sobre Tomás Moro y los quinientos años que han pasado desde la publicación de su obra “Utopía”. Justo cuando gana Trump y muere Fidel –susurré en mí fuero interno–, justo cuando creí que al fin podría exclamar frente al televisor: Genial, no más teoría revolucionaria, no más gritos contra la pared, no más intentos de cambio. No más comunismo, no más izquierda, no más conciencia. Al fin puedo vivir tranquilo en el capitalismo. Al fin puedo ser feliz mientras me alimento de pequeñas satisfacciones materiales como la tele, la comida chatarra, las excrecencias de las redes sociales. Al fin puedo sentirme parte de mi generación. Cuando pensé en todo esto, es decir, que encontraría paz en la negligencia, aparecieron estos tres intelectuales, y mi cerveza terminó caliente y mi cabeza dando vueltas.

En el salón secreto vi caras conocidas. Olga Moguel, dueña de Amaro, me saludó y pidió que me sentara para no obstaculizar la circulación. A mi lado encontré al escritor Carlos Chuc. Atrás encontré al poeta colombiano David Bolaños, quien llegó a Mérida en días recientes para participar en un congreso. Enfrente vi varios amigos de Literatura y Letras Latinoamericanas. Caras jóvenes, frescas, los nuevos soldados de la lingüística. Personajes que transitan en la cultura yucateca y esperan enriquecerla, mejorarla, desarrollarla. Todos cargaban libretas y hacían anotaciones a un ritmo desenfrenado.

Esteban Klotz “Existen utopías y antiutopías”

Esteban Krotz es académico, funge como docente e investigador en diversas instituciones. Habló sobre el libro que dio lugar a la conferencia: “Utopía”, de Tomás Moro. Sobre esto deben preguntarse:

¿Quién era Tomás Moro?

Pues bien, lo aclaro, Moro fue un teólogo, lingüista, escritor, político y abogado que sirvió para la corte inglesa durante el siglo XV como lord canciller de Enrique VIII. En algún punto, decidió no presentar el juramento antipapista, optó por no reconocer el divorcio de la reina Catalina de Aragón, y fue declarado como traidor y decapitado. Sin embargo el fantasma de su cabeza aparece cuando se le convoca. Ayer, de hecho, giraba sin ningún pudor entre las sillas, a lo largo del único pasillo del salón. Antes de comenzar se posó frente a mis pies y dijo:

–Oye, por favor, dile a estos que ya no hablen de Utopía. Es un mal, es inalcanzable, es una enfermedad. Mi libro no es más que sufrimiento.

 Acomodé suavemente la cabeza en una butaca y dije:

–Tranquilo, Tomás, aquí se habla de ti con mucho respeto

 –No puedo creerlo –contestó.

–Inclusive –comenté– creen que vale la pena leer tu libro después de quinientos años.

–Entonces mejor los escucho y luego me quejo.

–Mejor sí, Tomás.

Krotz contó que el padre de Tomás Moro deseaba que éste fuera abogado. Moro se negó, como buen joven rebelde quiso tomar sus propias decisiones; pero finalmente tuvo que ceder a las directrices paternas. Después de leyes, estudió teología, lingüística, se volvió un intelectual connotado y, como he dicho, cumplió un cargo político en la corte inglesa hasta que se le acusó de traición por devenir las órdenes del rey.

El argumento de Utopía, explicó Krotz, se sostiene hasta cierto punto en la vida de Moro. El libro trata sobre un hombre, probablemente un británico, que por diversas cuestiones termina en una isla alejada de la civilización en donde toda la gente es feliz, donde los bienes materiales no existen, donde la población no tiene carencias y solamente emplea el oro o los minerales preciosos para sobornar a otros países para que no los ataquen, o para construir bacinicas, aretes y pulseras. Por lo tanto, desde la narrativa de Moro, se plantea que la palabra utopía representa la búsqueda de un mundo feliz, un mundo en el que la plenitud existencial le toca a proporciones iguales a cada individuo y los valores simbólico-materiales no tienen importancia.

–¿Cómo Cuba? –dije en un susurro.

–No, no, como Cuba no. Mi isla es distinta. Mi isla es justa, ahí se vive en libertad –repuso Moro.

–Tú que vas a saber, Tomás. Perteneciste a la monarquía. ¿Qué sabes de la libertad?

 Respecto al libro, Krotz dice que se ha comparado Utopía con otras obras como “1984” de George Orwell o un “Mundo Feliz” de Aldous Huxley. Pero esos libros funcionan más como antiutopías, ya que son realidades en las que “no” predomina la felicidad o no se busca el mejoramiento de la sociedad.

–Además mi libro está mejor logrado –dice Moro.

–Son épocas distintas, Tomás, mejor no compares.

–Tienes razón. Mejor no.

Romina España  “La historia de la palabra” 

La escritora Romina España narró la historia de la palabra utopía y los diferentes significados y matices que ha tenido con el paso de los siglos. Puntualizaré, con mis propias palabras, lo que me pareció más importante:

• Con el paso del tiempo, el pensamiento utópico se volvió una necesidad vital, ética, porque critica permanentemente la realidad actual para mejorarla. Sin este pensamiento, la humanidad se estanca en el conformismo.

• La utopía es inalcanzable. En ello radica su importancia. Es un proceso infinito, ideológico, en el que se persigue el mejor resultado aunque no se vislumbre el momento de obtenerlo.

• Utopía puede tener dos significados: “El buen lugar “ o “ El lugar feliz”, que son prácticamente lo mismo.

• La utopía nace de los sueños y la creatividad. Debe enfocarse en el bien común.

–Me parece que tu puntualización es arbitraria.

–De cualquier modo no puedes leer el periódico, Tomás.

–Cierto.

Rodrigo Llánez  “Hay grupos en la actualidad que ejercen el pensamiento utópico”

El escritor Rodrigo Llánez contribuyó a la conferencia mencionando colectivos u organizaciones que en la actualidad persiguen la utopía, o que basan sus movimientos en el pensamiento utópico. Como mencioné, la utopía es una búsqueda permanente, una búsqueda sin final pero con la cual se espera llegar a un punto en el que se alcance la totalidad. Sobre los ejemplos comentados por Llánez, entre ellos estuvieron el EZLN y diferentes asociaciones que persiguen el mejoramiento social paulatinamente. Durante su intervención, tuve que mover a Tomás que, a punto de dormirse, iba a rodar hacia el suelo.

–Es que no entiendo nada de lo que dice –justificó.

–Te lo digo, son otras épocas.

En síntesis 

En síntesis, la utopía es una forma de pensamiento que plantea y construye mejorías que en la actualidad no se presentan. Eso puedo concluir. De cualquier modo, al terminar el evento Romina España invitó al público a participar. Moro me veía con una sonrisa cortada. Le impresionó, me dijo, el nivel de jóvenes que había en el salón secreto del Amaro. Jóvenes que aún tienen puesta la cabeza, me dijo. Cuando la oportunidad de hablar surgió, decidí pararme, tal vez para estrechar mi lazo con Moro o simplemente para encuadrar en aquel ambiente viciado de intelectualidad.

–Sobre lo dicho aquí, pienso que es momento de que la gente deje de perseguir la utopía a través del individualismo. Como ha dicho Llánez, todos esos grupos que ejercen el pensamiento utópico (aquí pensé en AMLO y el EZLN) deberían unificarse, no boicoteares. Deberían ir hacia el mismo punto.

Acto seguido David Bolaños, el poeta colombiano, me secundó. Explicó que en la actualidad estamos informados, conectados pero aislados. Dijo que estamos conformes con el capitalismo y pensamos que nada puede hacerse para mejorar. El sistema nos ha “ahuevado”, exclamó. Justo cuando David terminó, un comunicólogo español que apoyó al partido “Podemos” hizo alusión a Pablo Iglesias y el nivel que obtuvo entre poblaciones españolas comunicadas e incomunicadas. Dijo que los medios son la mejor herramienta para encauzar los pensamientos hipotéticos en una misma dirección. Se me hizo tarde e iba a salir cuando Moro me dijo: Mateo, levántame, necesito decir algo. Eso hice y Moro gritó:

–Nunca perdamos el pensamiento utópico. Nunca, tampoco, pierdan la cabeza, que es la herramienta de supervivencia más importante. Debemos perseguir la felicidad, debemos ser creativos. A veces nos descabezamos sin darnos cuenta, morimos sin darnos cuenta, y sacrificamos la evolución humana por nuestras necesidades individuales. Como autor de la obra que aquí se presentó, como alguien que creyó en la utopía, los exhortó a esto. Sin más, gracias.

El público aplaudió con furor. Entre tanto, Moro rodó hasta caer el piso, hizo lo mismo hasta atravesar la puerta y lo perdí al llegar a la calle.

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