¿Engreído yo? Para nada
Por Roberto A. Dorantes Sáenz
El engreimiento es una actitud de la persona que está convencida de su superioridad y por ello muestra desprecio o desdén por los demás. Podemos decir que el engreído es una persona que vive esclava de su soberbia y de su propia excelencia, le gusta fijarse en los defectos de los demás, sin darse cuenta de los suyos.
Debemos tener cuidado de estas conductas que en muchas ocasiones hacen que nos quedemos solos por nuestra petulancia o insolencia con la cual nos comportamos.
¿Cómo identificamos a una persona engreída? Para contestar esta pregunta nos auxiliamos del psicólogo Humberto del Castillo Drago, que nos describe cómo son las conductas del engreído:
“El engreído o caprichoso mira la realidad desde sus emociones y sentimientos, desde lo que le gusta y desde lo que le provoca. Es decir, se olvida de la verdad y objetividad. Se olvida que de pronto no posee toda la verdad. Se olvida que existen otras personas, otras opiniones, otros gustos, otras emociones y sentimientos tan válidos e importantes que los propios.”
“Estas personas viven apegados a sus proyectos, gustos, mimos, planes. Les cuesta mucho obedecer, cambiar de opinión o hacer lo que otros dicen y opinan. En ese sentido hay que decir que reduce su vida a sus mimos y caprichos. Se erige como la norma para los demás”.
“El engreído se siente mal, se indispone cuándo las cosas no salen como él quiere, incluso le da mucha rabia, se pone furioso o furiosa. No soporta renunciar a sus gustos, no es capaz de renunciar a ‘sus planes’, entre comillas”.
El engreído sufre porque la realidad no es como él pensaba. Le duele demasiado cuándo ve que los demás no hacen lo que él quiere. Y claro, cuándo no se hace lo que yo digo o no piensan lo que yo pienso entonces pongo “mala cara” o “hago caritas”, me quedo callado, me recluyo en mi cuarto, cancelo una reunión, no voy a una cita, no quiero estudiar, dejo de participar normalmente del grupo en el que estoy. Es decir, me dejo llevar por mis caprichos. Me dejo llevar por mi actitud engreída.
Y no sólo eso, sino que voy a estar susceptible o especialmente sensible con todo el mundo por esa razón: “No se hizo lo que yo quería”. “No me dan la atención que yo merezco”. “No me dan el cariño que yo necesito”.
“No me dan el lugar que yo merezco”. Y claro todos lo que están a mí alrededor son los que pagan los platos rotos. Porque son los que tienen que soportar mis maltratos, mal genio, rabia, insultos, mala cara, etc.
Si identificamos este tipo de conductas en nuestras vidas debemos cambiar; no dejarnos llevar por la soberbia, reflexionar y cambiar nuestra forma de ser, no erigirnos como norma absoluta para los demás, y para esto se necesitan dos cosas: el autoconocimiento y la virtud de la humildad.
Pensar y re-pensar cuál es la idea nuclear de mi comportamiento caprichoso o engreído. ¿Qué es lo que pienso? ¿Cuál es la creencia central que me hace pensar que yo soy la medida de todas las cosas?
Es importante observar, ¿qué pienso sobre mí? ¿Qué pienso sobre los demás? ¿Qué tanto me creo mis pensamientos y mis proyectos?
Es clave aprender a renunciar a dichos planes, a ser capaz de desapegarme, desaferrarme. En este sentido son importantes la humildad y la sencillez. Aprender a renunciar a mí mismo desde la vivencia de la humildad.
Para cambiar se requiere trabajo en la fuerza de voluntad. Y es que el engreído tiene normalmente la voluntad partida, tiene muy poca voluntad, puesto que está acostumbrado a “hacer lo que le da la gana”, o a no hacer nada, hacer lo que se le antoja. Él se ha erigido como la medida suprema; entonces cuando se le da la contra, crisis total. Hay entonces que fortalecer la voluntad renunciando a pequeñas cosas, pequeños gustos. Se trata de avanzar en las pequeñas cosas.
Por último, recuerda que cuando te encuentras con una persona engreída ten cuidado si les señalas su engreimiento, porque si lo haces sería capaz de responderte: “Engreído yo, para nada”. Recuerda que para estos casos la mejor solución es tu buen ejemplo.