El arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, declaró que a los Santos Reyes se les llama “reyes” porque en ellos se contempla el cumplimiento de las profecías que anunciaban que algunos reyes vendrían a adorar al Señor, como dice la lectura tomada del profeta Isaías: “Caminarán los pueblos a tu luz, y los reyes al resplandor de tu aurora. Vendrán todos los de Sabá trayendo incienso y oro” (Is 60, 3. 6).
Señaló que igualmente el Salmo 71, que hoy proclamamos, dice: “Los reyes de Occidente y de las islas le ofrecerán sus dones. Ante él se postrarán todos los reyes y todas las naciones”.
Refirió que la fiesta de los Santos Reyes se celebra en Colonia, Alemania, donde existe una basílica dedicada a ellos; ahí tienen un sarcófago en el que la tradición asegura que se guardan los huesos de los tres Reyes Magos.
Resaltó que también se celebra en España, de donde llegó luego la devoción fuerte a Puerto Rico; igualmente llegó a nuestro país esta tradición, que en la Ciudad de México y sus alrededores se traduce en el comer la Rosca de Reyes, así como que ellos les traigan juguetes a los niños. Particularmente Tizimín es un lugar donde hay un fervor singular por el cual se venera como santos a Melchor, Gaspar y Baltazar, devoción que se extiende a todo Yucatán.
Expresó que la palabra “Epifanía” significa “manifestación”, porque en la Navidad Dios se nos manifestó en carne humana. También se trata de la manifestación para todas las naciones, a los llamados paganos, porque los Magos venidos de Oriente, representaban al resto de las naciones.
Apuntó que esta Epifanía significa que, desde Belén, el Niño Dios nace para todos. Qué triste es que casi la totalidad de los cercanos no hayan reconocido a su Señor que nació en medio de ellos. Mientras que por otro lado, unos paganos venidos de lejos, buscándolo, lo encontraron y lo reconocieron en su dignidad de Rey, de Dios y de ser humano.
Agregó que, sobre esa manifestación, san Pablo en su Carta a los Efesios, de la que hoy escuchamos un pasaje en la segunda lectura, dice: “Por revelación se me dio a conocer este designio secreto, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos… (que) también los paganos son coherederos de la misma herencia, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa en Jesucristo” (Ef 3, 5-6). Pues bien, esa manifestación llega hasta nosotros los hombres y mujeres de hoy.
Aseveró que el relato evangélico según san Mateo es el único de los cuatro evangelios que nos trae la narración del episodio de la adoración de los Magos. El texto habla de “unos magos venidos de Oriente”, no dice que fueran reyes, tampoco cuántos eran, ni mucho menos sus nombres ni cabalgaduras. Es en otros escritos posteriores donde la tradición ha consignado los demás datos. Se les llama “reyes” porque, para realizar el viaje de investigación que hicieron, debieron haber empleado mucho dinero pagando incluso un pequeño ejército que los protegiera.
Además, añadió, que se les llama “reyes” porque en ellos se contempla el cumplimiento de las profecías que anunciaban que algunos reyes vendrían a adorar al Señor, como dice la primera lectura de hoy, tomada del Profeta Isaías: “Caminarán los pueblos a tu luz, y los reyes al resplandor de tu aurora. Vendrán todos los de Sabá trayendo incienso y oro” (Is 60, 3. 6). Igualmente el Salmo 71, que hoy proclamamos, dice: “Los reyes de Occidente y de las islas le ofrecerán sus dones. Ante él se postrarán todos los reyes y todas las naciones”.
Por otro lado, mencionó que san Mateo los llama “magos” y no es porque se dedicaran a hacer magia, como expresa el sentido moderno de la palabra, sino que eran científicos investigadores de los libros propios y extranjeros, así como estudiosos de los fenómenos astronómicos. Detrás de esa capacidad y curiosidad científica para estudiar libros de distintas naciones y para interpretar lo que veían en el cielo, estaba su necesidad de buscar la única verdad que le diera sentido a todo cuanto existe, su gran deseo pues, de encontrar al Dios verdadero.
Explicó que sin importar todo lo que tuvieron que invertir en el camino, más los riesgos y peligros que éste implicaba, peregrinaron en busca de la verdad. Cuando llegaron a Belén y “vieron al Niño con María, su Madre” (Mt 2, 11), a pesar de la pobreza que lo rodeaba, no dudaron en postrarse ante él presentándole sus dones.
Texto y foto: Darwin Ail