Ángel Canul Escalante
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Desde el 2018 en México las alianzas entre partidos políticos se hicieron más comunes y más relevantes. Partidos de diferentes ideologías, visiones y orígenes decidieron que una alianza traería mayor cantidad de votos y, por tanto, mayor poder político.
Esta razón fue suficiente. Nuevamente haciendo a un lado los principios y las causas históricas, se formaron grupos que dieron lugar a extrañas fórmulas que defendían banderas contrarias. Así, una alianza podía estar compuesta por un partido político progresista y uno de ultraderecha que esté a favor de todo tipo de propuestas que vaya en contra de la ciudadanía.
Las alianzas se dieron principalmente mediante imposición, es decir, no se consultaba a la militancia ni a los demás miembros del partido sobre si estaban de acuerdo o no con tal acto. Y sin embargo, gracias a ellas, políticos de lo más vil podían cambiarse de camiseta bajo la excusa que es por la alianza y que ahora verdaderamente dejaría atrás las mañas y corruptelas.
Esto no ocurriría en un partido realmente democrático, incluso la militancia organizada y consciente no lo permitiría. Aún estamos muy lejos de tener tales instituciones, hace falta más participación y compromiso de la ciudadanía, así como las condiciones sociales para que tales acciones puedan darse. Las alianzas pueden darse entre movimientos, partidos y personajes comprometidos con las causas justas, no necesariamente tienen que ser como las de hoy en día, donde los acuerdos y la búsqueda del poder por el poder mismo es lo que las impulsa.