Agresores digitales actúan desde la invisibilidad contra las mujeres

Imágenes o videos íntimos pueden ser vendidos a personas o a sitios de internet y, al mismo tiempo, seguir su distribución por redes sociales

La invisibilidad que da un nombre ficticio en el mundo digital acrecenta y diversifica la violencia contra las mujeres y, por ende, intensifica las prácticas de violencia en este espacio. Tan es así que la mayoría de los agresores digitales son, para las víctimas, desconocidos.

En 2020 el gobierno de Yucatán presentó la primera evaluación de la violencia digital de la entidad, y fue el ciberacoso sexual el que se llevó el segundo lugar en lo que refiere a la violencia digital, y el noveno la sextorsión.

Un caso reciente fue la red de 1,300 jóvenes universitarios varones que intercambiaron fotos íntimas de sus novias, amigas, compañeras o ex parejas, y que si cada uno de ellos enviara de nuevo esa imagen, esta se viralizaría dos mil 600 veces más, a lo cual se suma el comentario violento que acompaña a estas imágenes.

No obstante, la virilización no para ahí: las imágenes pueden ser vendidas entre particulares o en sitios de internet dedicados a ello y, al mismo tiempo, seguir su distribución en servicios de mensajería de WhatsApp, Telegram, o en grupos privados de Facebook, entre otros espacios digitales.

Si bien es cierto que, en estos casos, la víctima sabe quién es su victimario y cuenta con las pruebas y las instancias para denunciarlo, no es práctica común que se levante la acusación.

Cifras del Instituto Municipal de la Mujer arrojan que en los dos últimos años se han acompañado a 40 mujeres en el proceso de denuncia por violencia digital, instancia que junto con la Secretaría de las Mujeres del Estado de Yucatán cuentan con servicios de apoyo y acompañamiento para las mujeres violentadas. Cabe mencionar que las mujeres que son violentadas digitalmente en el estado oscilan entre los 12 y 35 años.

En entrevista telefónica con la Mtra. Guadalupe Martínez Juárez, especialista en brecha digital de la UNAM, señala que las mujeres no denuncian este tipo de agresiones porque cuando lo intentan, quienes les toman las declaraciones, aun siendo mujeres, no tienen la empatía o capacitación suficiente para atenderlas, lo que hace que las denunciantes abandonen el proceso, y quienes sí lo continúan es porque son apoyadas, más por personas sensibilizadas con el tema que por sus propias familias.

Agregó que es cierto que no existe una cultura de la denuncia, aunque haya las instancias para hacerlo. Asimismo, las autoridades todavía tienen camino por andar para prevenir, atender y erradicar estos casos.  En el caso de Yucatán, ya este tipo de conductas se empiezan a tipificar en su Código Penal, pero aún hay que trabajar más en ello.

Cecilia N, estudiante meridiana recientemente violentada digitalmente, en entrevista telefónica comparte su experiencia: “mi ex novio me amenazó con vender unas fotos que le había mandado semidesnuda por Whats, tiempo después me pidió que si tenía relaciones con un amigo suyo me regresaba las fotos.”

“Lo que pasa en el mundo virtual es cierto, se puede dejar de ver con tan solo apagar el celular, pero aquellas acciones violentas pasan al terreno de lo real, y las víctimas siguen siendo acosadas, al grado de requerir atención psicológica o llegar al suicidio”, resaltó Martínez Juárez.

“La violencia digital no sólo está en el terreno de la difamación, el ciberacoso o la sextorsión, como el caso de Cecilia, también tiene rostro cuando no se les permite tener acceso, uso y apropiación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación. Cuando un padre o madre de familia, privilegia a su hijo sobre su hija para acceder al mundo digital, desde ese momento, ya estamos hablando de violencia digital contra las mujeres, si consideramos que el derecho a la información es ya considerado como humano”, concluyó la especialista en brecha digital.

Texto: Lorena González Boscó

Fotos: Cortesía