El cultivo y producción de drogas ilícitas está provocando diversas afectaciones ambientales en América Latina, entre ellas deforestación, pérdida de diversidad de flora y fauna, así como la contaminación de suelos y cuerpos de agua.
El más reciente informe de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (Jife) de las Naciones Unidas, advierte que el incremento en la producción de droga está provocando graves afectaciones ambientales en zonas vitales para la biodiversidad.
El documento aborda como tema central el papel del Internet en el tráfico y consumo de drogas, pero incluye un apartado para resaltar las repercusiones que tienen en el ambiente las producción de sustancias ilícitas.
La producción de drogas ilícitas “está contribuyendo al cambio climático” por la deforestación y degradación de suelos que está provocando, pero también porque para producir un kilo de cocaína se necesitan más de 300 litros de gasolina, se detalla en el documento.
Si bien la deforestación y la pérdida de biodiversidad son algunas de las consecuencias ambientales más visibles, hay otros daños que causa la producción de drogas en los ecosistemas, pero que hoy no es posible dimensionar por la falta de datos. Así lo resalta el paraguayo César Arce, doctor en Química Forense y vicepresidente de la Jife, órgano vigente desde 1967 y cuya función es monitorear el cumplimiento de la Convención Única sobre Estupefacientes de 1961.
En entrevista, Arce mencionó la urgencia de visibilizar los daños ambientales que provoca la producción de drogas ilícita, así como la importancia de que los gobiernos implementen sistemas de monitoreo constante en suelos y cuerpos de agua, para conocer cuál es el grado de contaminación provocada por las actividades ligadas al narcotráfico.
“A partir de la primera reunión mundial realizada en 1990. En ese entonces, en varios países preocupaba el desastre que estaba provocando el traficante colombiano Pablo Escobar. Ahí comenzaron a tomarse ciertas medidas en torno a la fabricación de la cocaína, la droga que más daños provoca en el ambiente porque en su fabricación se usan muchos productos químicos”, dijo.
“Para nosotros, en la junta, ese tema es una preocupación habitual, porque vemos que en los países no existe alguna entidad que realice monitoreo permanente sobre qué tan contaminados están los cauces hídricos y los suelos por el uso de los químicos relacionados con la fabricación de cocaína. Si es que en algún país existe esa entidad, nosotros no tenemos esa información e instamos a los países a que reporten estos datos”, agregó.
Resaltó que la producción de drogas genera desechos tóxicos, pero necesitan datos sobre las zonas en donde hay contaminación, así como el nivel de los daños, para buscar alianzas con otras agencias de la ONU y ver cómo se puede ayudar a esos países.
“En el caso de la cannabis o en la producción de opio no hay un uso de productos químicos que sea alarmante. No sucede así con la metanfetamina que para sintetizar utilizan productos químicos muy contaminantes, como el amoniaco anhidro, que a menudo se desechan en el medio ambiente sin un tratamiento adecuado. Aumentó el cultivo porque el consumo de cocaína creció en Europa. En otros países, como México o Estados Unidos, lo que aumentó fue el consumo de metanfetamina o fentanilo”, apuntó.
“La producción aumenta porque hay un mercado que crece. Y en ese sentido, la Jife hace un llamado a las asociaciones encargadas de la prevención, porque es el punto débil que nosotros detectamos. No vemos un despliegue amplio de campañas de prevención para disminuir el consumo, no digo eliminar porque eso está muy lejano”, añadió.
“Lo que sí podemos notar es el aumento sideral de la producción de estas drogas. Después de la pandemia, hay una especie de carrera por producir cada vez más y más, pero eso porque hay un mercado no sólo de cocaína, también de marihuana. Casi en todos los países productores hay un aumento del orden del 300 por ciento, tanto de arbustos de coca como de producción de cocaína”, refirió.
De acuerdo con Arce, en el caso de la amapola, se ha notado que existe una disminución de su cultivo, pero en contrapartida hubo un aumento en la producción de metanfetaminas.
La disminución en el cultivo de amapola no sólo está relacionado con su uso para fines ilegales, sino también porque disminuyó la producción de opio para fines medicinales. La morfina dejó de usarse hace unos cuatro o cinco años, porque fue sustituida por el fentanilo.
“Eso es algo preocupante para nosotros, porque vemos que los médicos recetan fentanilo para casi cualquier cosa. Instamos a que los países hagan una concientización en el mundo médico para que no receten sin razón terapéutica las drogas peligrosas. El cultivo de cannabis y del arbusto de coca, sobre todo, se hace en lugares difíciles de detectar y de difícil acceso. Se mimetiza entre árboles, en los bosques, para hacer difícil la detección. Eso se ha visto en la cuenca amazónica, en Centroamérica, en la Sierra Madre Occidental de México. Sobre todo, esa narcodeforestación se está viendo en Brasil o Paraguay. En Ecuador, lo que hemos visto es que no hay tanta producción, ahí más bien funcionan cárteles que se dedican al transporte de la droga para Europa, principalmente”, manifestó.
“Por otra parte, es importante que los países realicen monitoreos continuos y tengan información sobre la presencia de contaminantes (usados en la fabricación de drogas) en los cauces hídricos, en el aire y en el suelo. Eso lo pueden hacer. No hay dificultades ni técnicas ni financieras para no hacerlo. Lo que pedimos es que si no hacen esos monitoreos, los hagan. Y si los hacen, que nos informen sobre sobre la contaminación ocasionada por la fabricación de drogas”, concluyó Arce.
Texto y fotos: Agencias