En el Día Mundial del Medio Ambiente, especialista urge a que no sólo la economía sea prioridad, pues hay que apostar también a la educación ambiental de las nuevas generaciones
La pandemia de covid-19 consiguió que los países se dieran cuenta de que hay que tomar medidas más drásticas para frenar el calentamiento global, pero, lamentablemente, las pérdidas monetarias hacen que siempre la economía sea la prioridad, y generalmente las medidas que se aplican en este aspecto están totalmente divorciadas del medio ambiente.
Hoy 5 de junio se conmemora el Día Mundial del Medio Ambiente, con la finalidad de sensibilizar a la población mundial acerca de la importancia de cuidar los ecosistemas y fomentar el respeto al medio ambiente.
El calentamiento del planeta probablemente superará un límite clave de temperatura por primera vez en los próximos 5 años, predicen los científicos.
Los investigadores indicaron que actualmente hay un 66% de probabilidades de que superemos el umbral de 1.5 ºC de calentamiento entre ahora y 2027.
El aumento de probabilidades de que eso ocurra se debe a las emisiones causadas por la actividad humana y al evento meteorológico El Niño, que se espera este verano boreal.
Si el mundo sobrepasa ese límite, los científicos resaltaron que ese registro, aunque preocupante, sería probablemente temporal.
Apenas hace unos días, al anunciar la temporada de huracanes el meteorólogo de la Universidad Autónoma de Yucatán (Uady), Juan Vázquez Montalvo, indicó que su pronóstico se basó en varios instituciones, las cuales coincidieron en que el Océano Atlántico está caliente y causa más dudas al momento de vaticinar la formación de los ciclones.
En entrevista, la ambientalista Maritza Morales Casanova declaró que cada vez los meteorólogos tienen más complicado el panorama para descifrar los comportamientos de los fenómenos meteorológicos, y que por eso es importante que “se oiga a la naturaleza”.
-Cada vez hay más concreto en lugar de vegetación, también comienzan a surgir grandes edificios, las ventanas obstaculizan la ruta de las aves, se requiere un desarrollo urbano que esté acorde con la naturaleza. En mayo se ha tenido una alta sensación térmica – explicó.
A sembrar árboles
Las actividades humanas acaban cada año con 15,000 millones de árboles. El número de árboles del planeta se ha reducido en un 46%. Al mismo tiempo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que el 92% de la población mundial está expuesta a niveles peligrosos de contaminación del aire.
La OMS ha asegurado que se necesita, al menos, un árbol por cada tres habitantes para respirar un mejor aire en las ciudades y un mínimo de entre 10 y 15 metros cuadrados de zona verde por habitante. Un estudio de la ciudad de Toronto (Canadá) reveló que el mero hecho de tener 10 árboles más en una manzana de la ciudad mejoraba la percepción de la salud de sus habitantes. Y lo hacía de un modo comparable a un aumento de 10,000 dólares en los ingresos personales, o a sentirse siete años más joven.
La flora de las ciudades actúa como excelente filtro para contaminantes urbanos y partículas finas. Absorbe el dióxido de carbono, principal causante del calentamiento global, a la vez que libera oxígeno. Un árbol grande puede absorber hasta 150 kilos de CO2 al año. También reduce la contaminación acústica, que queda atenuada por los follajes, aumenta la biodiversidad urbana, contribuye a la regulación térmica (pueden ayudar a enfriar el aire entre dos y ocho grados), con lo que puede llegar a reducir en verano la necesidad de aire acondicionado en un 30% y las facturas de calefacción en invierno entre un 20% y 50%.
Los árboles de las urbes regulan el flujo del agua y desempeñan un papel clave en la prevención de inundaciones y en la reducción de riesgos de desastres naturales. Un perennifolio o árbol maduro de hoja verde permanente, por ejemplo, puede interceptar más de 15,000 litros de agua al año. Varios estudios afirman que vivir cerca de espacios verdes urbanos puede mejorar la salud física y mental.
Morales Casanova indicó que suelen darse el caso de que se construyen casas y no son habitadas o el “Efecto Dona” que se da en barrios y algunas colonias que quedan despoblados.
“Esto se debe a que en la economía se depende mucho del sector de la construcción, deja mucha derrama económica, se invierte millones de pesos, pero hay que enseñarle a la gente la resiliencia climática”, comentó.
La resiliencia climática se define como la “capacidad social, económica y de los ecosistemas para hacer frente a un evento peligroso, tendencia o perturbación”. Esto se hace respondiendo o reorganizándose de manera que mantengan su función, identidad y estructura esenciales (así como la biodiversidad en el caso de los ecosistemas) al mismo tiempo que mantienen la capacidad de adaptación, aprendizaje y transformación”.
La también fundadora del Parque Hunab Ceiba Pentandra en Yucatán manifestó que, así como se tiene objetivos cuando se estudia sobre cómo lograr un estatus social u obtener bienes materiales, también hay que enfocarse a objetivos biológicos y espirituales. “Somos una especie más como lo son las aves y se debe abonar al equilibrio, pero cambiamos el ambiente de manera agresiva”, anotó.
Respecto a que las refresqueras están regresando el vidrio para reducir el uso del plástico, indicó que hay cosas que parecen cíclicas, pues igual se fomenta el uso de la bicicleta, un vehículo con el que se regresa al pasado.
Comentó que en el parque temático a su cargo nota el interés de las nuevas generaciones y cuando van a las escuelas los profesores piden orientación, “lo que sucede es que no conocen la forma para captar el interés de los estudiantes”.
“Nosotros tenemos información para los diferentes grados, no es la misma forma que se le explica a niños de preescolar que a unos jóvenes, a los primeros les explicamos el agua que ellos son una gota, y como la información es extensa, sino se enganchan con esto, con alguna ave”, explicó.
Por último dijo que hay que enfocarse en la educación ambiental, “a los estudiantes hay que acercarlos a la naturaleza”.
Texto y fotos: Darwin Ail Baeza