Amor especial por los muertos en Pomuch

Con sentimiento y respeto, numerosos habitantes de esta villa recuerdan a sus difuntos; las panaderías de la localidad ofrecen originales productos

Desde el inicio del mes de octubre, los habitantes de la Villa de Pomuch, en el estado de Campeche, sienten que el ambiente cambia, dicen que se vuelve más nostálgico y que hasta el gallo canta diferente, es que se acerca la época más esperada del año, la llegada de los Fieles Difuntos y, por supuesto, el momento de saborear los tradicionales pibipollos, como les llaman en el vecino estado a los mucbilpollos.

Ubicada a poco más de una hora de Mérida, esta población, que pertenece al municipio de Hecelchakán, en estos días se prepara para recibir a visitantes nacionales y extranjeros que acuden a presenciar un ritual muy especial con el que sus habitantes acuden a los tres cementerios del lugar para sacar de sus nichos y limpiar con una brocha los “Santos Huesos” de sus seres queridos ya exhumados. Una vez que le cambiaron el mantel o paño con el que se cubren, y después de convivir en familia recordando las anécdotas del difunto, sus restos mortales regresan a su lugar.

En el pequeño panteón ubicado a la salida de esta población, platicamos con don Venancio Tuz Chi, quien acompañó a su prima Micaela Chan Tuz a limpiar los huesos de sus padres y su esposo, y comentó que tienen que transcurrir tres años como mínimo para poder sacar el cuerpo, fraccionarlo y transportarlo al osario.

Después de este tiempo ya se podrán “lavar” los restos óseos, hacerlo antes es imposible porque aún la piel está adherida a los huesos, y esta situación es favorecida si la persona antes de fallecer consumió muchos medicamentos, por lo que la espera para la exhumación aumenta dos o tres años más.

Tradición prehispánica

Esta tradición prehispánica, mística y milenaria es de suma importancia para los habitantes mayas de la región. Para ellos, los muertos viven a través del recuerdo y solo de esta forma pueden rendirles tributo en su memoria para no olvidarlos.

“Es una fiesta que nos llena de orgullo, porque ya es reconocida a nivel mundial, y cada año recibimos a mucha gente que viene a grabar sus documentales y que luego se pasan en canales como Discovery, donde se explica el proceso para hacer el pibipollo”, comentó la señora María Hernández Chuc, quien destacó que por la noche del 31 se hace el “desfile de las ánimas”, que vienen del cementerio hasta el campo, donde se monta una exhibición de altares y dulces y hasta hay una demostración del juego de pelota maya conocido como “pok ta pok”.

Entrevistada en el parque principal de la población donde la señora Hernández y su hermana cuentan con un puesto que, para beneplácito de los pequeñitos, se encuentra lleno de dulces con diseños que van de acuerdo con estas fechas, entre las que se destacan unos conos de papel en varios colores que en su interior llevan trocitos de coco, que son elaborados en Pomuch, y en una mesita contigua se ofrece una amplia variedad de silbatos de barro, con figuras de pavo, gallitos y hasta de modernos personajes, con los que, conforme a las costumbres mayas, se llama a las almas de los niños, los “pixanitos”.

Los pixanitos llegan el 31

Ellos llegan el 31 y en Pomuch, que es un pueblo famoso por el pan que se elabora de manera artesanal, se acostumbra poner en el altar de los niños panes con forma de muñequitos, así como los panes de espino, que representa la manera en la que las almas purgan sus penas, además del tradicional “pan de muerto”, con sus clásicas figuras de lágrimas y suspiros.

Así nos lo contó don Francisco Pérez Novelo, el actual administrador de la Panadería “El Pan de Pomuch”, que cuenta con 73 años de existencia, pues abrió sus puertas en el año de 1948 y que se caracteriza por ofrecer una versión especial del tradicional “pan de pichón”, bautizada como “el gigoló”, y que cuenta con tres quesos, además de su buena dotación de jamón y su chile jalapeño.

Curiosamente, en Pomuch a la concha se le llama “camelia” y hay una amplia variedad de panes entre los que no debe dejar de probar las panetelas, que, a diferencia de las que conocemos en Mérida, llamadas bizcotelas, que son crujientes, estas se caracterizan por ser esponjosas, como si fueran un pan para pastel.

“Pomuch, que en maya significa lugar de sapos tostados o que se asolean, es famoso por sus muertos y su pan, que se caracteriza por ser elaborado con ingredientes naturales como la canela, el anís, abundantes huevos, mantequilla y leche y que se cuecen en hornos de leña, eso es lo que le da fama a nuestro pan”, dijo nuestro entrevistado, quien refirió que en la población, a un costado de la Iglesia, se conserva una pieza fálica prehispánica.

“De allí el nombre de nuestro tradicional pan”, explicó don Francisco, quien subrayó que “en estos días previos a la llegada de los difuntos, ya se siente el olor a leña y al humito del pib que abre el apetito”.

Y aunque no queda claro por qué en el estado de Campeche se le llama pibipollo al mucbilpollo, como se le conoce en Yucatán, lo cierto es que en Pomuch es tradición enterrarlo en el patio, y es una oportunidad de reunir a la familia en torno a su preparación.

“Lleva carne de puerco, de pava y pollo, su espelón, y se coloca en un hueco para que se cueza a la leña, se cubre con gajos de pixoy, se tapa bien con la tierra para que no salga el humo y en hora y media está listo para ofrecer en el altar”, explicó la señora María Concepción Pantí Haas, quien nos permitió acompañarle al cementerio, donde, junto a los integrantes de su familia, como marca la tradición, acudió a limpiar los “santos huesos” de sus padres, su esposo y otros seres queridos.

Al que madruga…

“El año pasado, por la pandemia, aunque las autoridades permitieron el ingreso al cementerio para realizar la tradicional limpia de huesos, apenas daban tiempo para hacerlo, por eso hoy nos adelantamos”, dijo la abuelita, quien a pesar de la llovizna, acudió puntual a la cita.

“La limpieza de huesos, que en maya se conoce como “Choo Ba’ak”, es la tradición de nuestro pueblo, de nuestra gente, es la herencia que nos dejaron nuestros abuelos”, resaltó María Concepción, quien detalló que cada año, desde mediados del mes de octubre acude al cementerio para cambiar el mantel bordado con mucho esmero, sobre el que se colocan los restos óseos, que se acomodan en una caja de madera que permanece abierta durante todo el año.

Y muy importante es destacar que esta tradición es muy popular entre la población joven, que considera que en estos días el cementerio está de fiesta, por el esperado reencuentro con los recuerdos de sus seres queridos.

“La gente tiene como una costumbre muy arraigada ir a limpiar los huesos de sus seres queridos al cementerio que ahora es su casa, es como darles un baño, un arreglo para que después los invites a que pasen a la casa para que estén con su familia, para que convivan en el recuerdo, ya no están físicamente, pero uno los lleva en el corazón”, manifestó la joven Cristel Fabiola Kuk Euán, nieta de doña María Concepción.

“De niña acompañaba a mi abuelita, que me ponía los huesos de mi abuelo en la mano y entonces sentía cómo venían a mi mente sus recuerdos, cuando jugaba conmigo, cuando me visitaba, me llega la nostalgia, el recuerdo y el sentimiento”, señaló Cristel, a quien le preguntamos qué es lo que puede pasar si por alguna razón no se acude a esta cita anual.

“Si no lo hacemos nos quedamos con el pendiente, porque solo es una vez al año y si no dedicamos un día para arreglarlos es ser egoísta. No los podemos dejar en el olvido”, subrayó.

“Mi esposo se llamaba Jorge Euán, y en vida caminó en el monte, entre piedras para traernos la comida a casa, y eso no se puede olvidar y cada año vamos a limpiar sus huesitos y a llevarle sus flores y su veladora como una muestra de cariño y para hacerle saber que realmente el amor nunca termina”, contó la abuelita de Cristel.

Texto y fotos: Manuel Pool Moguel

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