Everardo Flores Gómez
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Hace unos días pedaleando a la chamba en bici abandonaba la laberíntica Chuburná para internarme hacia Chenkú a espaldas del Cobay, cuando vi que venía de frente una señora en bicicleta con un niño montado en una de esas sillitas que algunas personas le adaptan al tubo superior de la bici para llevar a sus hijos pequeños.
Desee en ese momento ser lo suficientemente hábil con mi celular para sacarlo en fracción de segundos y tomarles una foto, pero en un abrir y cerrar de ojos ya habían quedado detrás de mí, con mis pensamientos ocupados en el tema de la foto apenas alcance a escuchar que aquel niño que no debía tener más de tres años al pasar junto a mi levantó su bracito con la mano extendida y me dijo: “Adiós, amigo”, ya sin tenerlo de frente y luego de que varios metros nos separaban le grité mi respuesta: “Adiós, amigo”. Me hizo el día el chamaco, al verme sobre la bici, habrá pensado: “este se mueve igual que mi mamá y que yo, debe ser mi amigo”, y sin dudarlo soltó su saludo.
Con esta anécdota creo poder demostrar que la amistad que se deriva de quienes nos movemos en bicicleta es prácticamente innata. Sí, ya sé que tal vez aquel niño le diga amigo a todo extraño que ve en la calle, pero vamos, déjenme romantizar un poco con el tema porque ejemplos de cómo en torno de la bicicleta se forman muchas amistades y hasta relaciones amorosas sobran.
Me parece que ha quedado ampliamente demostrado por todos los grupos de ciclistas que hay en Mérida que pedalear el moloch trae beneficios, no sólo físicos sino psicológicos.
Pedalear una bicicleta, a pesar de ser una actividad propiamente individual tiene un gran componente grupal o de equipo y no solamente porque se rueda muy cómodo al lado de los amigos, sino porque en cada salida en grupo el camino es más ameno, uno tiene la sensación de estar protegido, de que se avanza más rápido y de disfrutar mucho más.
A diferencia de cualquier deporte de equipo como el fut o el basquet, aun practicándose como cascarita implican competitividad, siempre es uno contra otro, montar la bici no necesariamente implica competir, puedes pedalear con tus amigos simplemente para dar un paseo, ir a comer unos panuchos o visitar un pueblo cercano, el objetivo no es ganar, es disfrutar y conocer nuevos lugares.
A diferencia de otros deportes, esta actividad la puedes hacer con personas casi de cualquier edad y como nos han manifestado muchas veces los asistentes a los paseos de Cicloturixes, pedalear en grupo es hasta catártico pues como sabemos la activación física reduce el estrés y la depresión, pedalear en grupo te permite salir de la rutina, sentir el viento en la cara, distraerte un rato, mejorar tu estado de ánimo y despejar tus pensamientos, un maravilloso caldo de cultivo para iniciar o fortalecer cualquier lazo afectivo.
En el caso de las parejas, pedalear juntos mejora la relación, disminuye las peleas y facilita la comunicación y no sólo eso, estudios recientes han demostrado que las personas que hacen ejercicio junto con su pareja romántica experimentan un mejor estado de ánimo durante y después del ejercicio así como niveles más altos de satisfacción en la relación.
Si no me cree, amable lector, le invito a pedalear este miércoles 14 de febrero y todos los miércoles del año con los Cicloturixes. Nos reunimos a las 20:30 en Santa Ana. Ven y descubre el amor y la amistad en bicicleta. Así sea.