Antifaz perfecto

Jhonny Eyder Euán
jhonny_ee@hotmail.com

El primer acto es comenzar a ver el show del artista. Tiene un grupo musical a sus espaldas, hay muchas luces sobre él y en lo más alto del escenario. Canta con enjundia y el público aplaude como si nada más importase en esta vida.

El segundo acto eres tú siendo fan. Tienes para el artista nada más que admiración, ganas de abrazarlo y pedirle una foto juntos y una firma en tus discos o posters.

Esta obra no tiene nombre, pero sí más actos. Cuando el artista baja del escenario ocurren más escenas. Viene un momento de relajación total después de un show de casi tres horas. Él llega a su camerino, bebe agua o alcohol, se seca el sudor del rostro y descansa.

El resto de su noche es volver a enfrentarse a esa vida, esa realidad que nosotros desconocemos, puesto que nosotros solo nos enfocamos en lo que leemos en la prensa, los programas de espectáculos o las redes sociales.

Nos enteramos de chismes y rumores del artista; que prepara nuevo disco, que hará un tour, entre otras cosas tan típicas de los músicos. Pero nunca conocemos más. Ignoramos su sentir o sus problemas personales o familiares. Somos tan ajenos que solo nos importa saber cuándo vendrá a nuestra ciudad o dará una firma de autógrafos.

A los artistas los relacionamos con la fama, los lujos, los billetes en el aire, autos de último modelo y una eternidad sin preocupaciones. Siempre decimos que ellos, los que nos cobran por escucharlos cantar o bailar, tiene la vida resuelta. Pero nos olvidamos que también son seres humanos y que en cualquier momento se precipitan al vacío.

Hace poco, la gente saturaba páginas web por la venta de boletos para el último tour de Daddy Yankee cuando, en otra parte del mundo, un cantante español se despedía de los escenarios.

Enrique Bunbury canceló una gira mundial por problemas de su garganta. Simplemente ya no pudo continuar con el dolor. Una pena para sus seguidores, sobre todo para aquellos que nunca asistieron a un concierto del “licenciado cantinas”.

Días después, James Hetfield, vocalista de Metallica, rompió en llanto en pleno concierto en Brasil. ¿El motivo? Se sintió inseguro de sí mismo y sin las mismas energías de antes para cantar.

A veces los grandes artistas cargan con un peso muy grande. La fama no siempre es tan buena como parece. Al final, ellos son personas como nosotros a las que solo les vemos una de sus máscaras, ese antifaz perfecto para deleitar al público.