Mario Barghomz
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La expresión ¡aquí y ahora!, que se refiere literalmente a pararse exactamente en medio de la realidad para vivir el momento presente, en muchos sentidos es más un eufemismo que una conducta que realmente determine una situación presente.
El presente siempre será resultado de aquello que en el pasado se haya o no hecho, cuando el momento presente era apenas un futuro incierto. Lo que uno es en el aquí y ahora, lo es por su relación con el pasado (lejano o inmediato) que en algún momento fue presente.
Se dice que en la cultura oriental (en el caso particular de la tradición china), suele mirarse no hacia el futuro donde todavía nada es, sino hacia el pasado donde ya todo ha sido. El honor y la dignidad de una persona oriental, devienen de lo que haya sido en el pasado. De ahí el sentido de respeto que se le da a una persona mayor.
Pero en Occidente solemos mirar más hacia lo incierto; hacia el futuro donde todavía nada es. Al decir: conviértete en una persona digna y honorable, el deseo queda implícito en el futuro, es decir, en lo que podría ser pero que todavía nada es. Así como es algo que tampoco está en el pasado y menos aún en el presente.
Nuestros deseos siempre tienden a estar en el futuro, en lo que queremos ser o hacer algún día, en aquello que nos motiva y nos mueve. Presente y futuro se alían para darle a nuestras vidas un sentido.
El ¡aquí y ahora! es apenas un juicio sin anclas, pero también sin perspectiva, omitiendo la memoria y todo proyecto hacia una previsión futura. Los que se arriesgan a vivir sólo al día, sólo por hoy o por el tiempo inmediato; seguramente lamentan un pasado que ya no vale la pena recordar nunca, pero asimismo tampoco siembran nada para el día de mañana.
La vida sin duda es presente, pero espurio y frágil, y como tiempo cave más dentro del concepto de lo cuántico (incierto) que dentro de aquella evidencia que puede ser previsible y concreta. La inmediatez del momento presente recurre siempre a la memoria del segundo antes de que suceda.
Recordar sucesos o eventos de nuestra vida, situaciones difíciles, momentos de riesgo o de gozo, serán siempre el ingrediente del vigor o la decadencia de un buen o mal presente.
¡Aquí y ahora! no pertenece al concepto de la nada sartriana, sino más bien al propósito del devenir como lo plantea Martín Heidegger. Aunque las dos son filosofías existenciales. Quizá es la juventud que carece de pasado la más animada a sujetarse al presente. Su carencia de memoria le impide reconocer el valor de un pasado que no tiene o es escaso. Pero sin duda son también los mayores, los que, en aras de una modorra por asumir más el presente, se ocultan en sus cuitas; enarbolando lo que llaman “sus buenos tiempos”, dejando que el presente sólo se sume a su cola de nostalgia y recuerdos. Naturalmente, y lejos de aplicar aquí la filosofía china, pocas veces cabe algún honor o dignidad en ello.
Toda virtud, honor y sabiduría, deberá obedecer al devenir de estos tres aspectos, tres tiempos vitales que conforman nuestro universo. De tal manera que ¡aquí y ahora! no sólo se refiere al presente inmediato, sino al pasado que también hace un segundo acaba de ser presente y al futuro que será presente en el próximo instante.
Sin duda el pasado nos determina (lo dice la ciencia genética). Y todo lo que hagamos hoy (en este momento), tendrá que ver con lo que acabamos de hacer hace un segundo, lo que acabo de decir, lo que acabo de pensar, de mirar o de sentir… ¡Aquí y ahora!.