Bernardo Arévalo (Montevideo, 65 años) es por fin presidente de Guatemala. El mandatario juró su cargo en una ceremonia en el centro cultural Miguel Ángel Asturias que empezó cerca de la medianoche tras una larga jornada en el Congreso que se extendió por más de 12 horas y en la que algunos diputados escenificaron un espectáculo que muestra cómo operan las fuerzas que el mandatario llevaba meses denunciando que trataban de evitar su investidura.
El intento de algunos diputados de torpedear el traspaso de mando, retrasando nueve horas la ceremonia de investidura, fue transmitido y denunciado al minuto por las delegaciones internacionales que llegaron a acompañar al nuevo mandatario. El largo retraso provocó, sin embargo, que algunos de los invitados se fueran antes de la juramentación, como el Rey de España, que abandonó el teatro pasadas las diez y media de la noche, o el presidente chileno, Gabriel Boric, quien se excusó diciendo que debía regresar a su país.
Arévalo recibió la banda presidencial y la llave de la Constitución de manos de un joven diputado de su partido, Samuel Pérez, que a sus 31 años ya va por su segunda legislatura y consiguió ser elegido presidente del Congreso en una gran victoria del oficialismo, que se hizo con los apoyos necesarios pese a que el Movimiento Semilla es la tercera fuerza en la cámara. Tras llegar a ese acuerdo para conformar la junta directiva pasadas las 10:30 de la noche, los congresistas se trasladaron en autobuses al centro cultural para continuar la sesión y tomar posesión al presidente y la vicepresidenta, Karin Herrera.
Nacido en Montevideo (Uruguay) e hijo del expresidente guatemalteco Juan José Arévalo (1945-1951), el nuevo presidente ganó las elecciones de agosto de manera sorpresiva con la promesa de combatir la corrupción que lo corroe todo en Guatemala y poner freno al autoritarismo en auge en los últimos años. No será fácil con parte el poder judicial en contra y minoría en el Congreso.
Precisamente el Parlamento se convirtió en el protagonista de la jornada. Lo que debía ser un acto protocolario de cinco horas para la juramentación de los diputados y el nombramiento de la junta directiva se extendió por más de 12 horas entre retrasos considerados malintencionados y trifulcas entre diputados en la que se vio obligada a intervenir incluso la Corte de Constitucionalidad.
Mientras el Congreso elevaba la incertidumbre e incluso las dudas de si finalmente lograban terminar un trámite necesario para la investidura de Arévalo antes de la medianoche, como estipula la ley, la tensión aumentaba en las calles y entre las delegaciones internacionales que llegaron a Guatemala a acompañar a Arévalo en el traspaso de mando.
Texto y foto: Agencias