Arranca histórica cumbre sobre pederastia

Acababan de sentarse en sus butacas. Apenas habían podido rezar y saludarse. Pero tuvieron que escuchar aquella voz en off disparando a bocajarro la verdad. “Desde que tenía 15 años mantenía relaciones sexuales con un sacerdote. Duró 13 años seguidos. Estuve embarazada tres veces, y las tres él me hizo abortar. Simplemente porque no quería ponerse un preservativo ni un método anticonceptivo”. Luego llegaron las de cuatro víctimas más de otros tantos continentes. Un sacerdote violado cuando era un adolescente, también un chico al que volvieron loco. “Lo primero que hicieron fue tratarme de mentiroso, darme la espalda y decir que yo y otros éramos enemigos de la Iglesia”.

La jerarquía eclesial agota el surtido de mecanismos para seguir encubriendo los crímenes sexuales cometidos sobre sus fieles durante décadas.

Hombres y mujeres a quienes sus abusadores descuartizaron el futuro y que descubrieron el significado del mal entre los bancos de una Iglesia. Como la africana con cuyo testimonio comenzó ayer jueves la histórica cumbre sobre la pederastia en el Vaticano y que fueron obligados a escuchar en el salón del sínodo del aula Paolo VI los 190 líderes religiosos que aguardaban el discurso inaugural del papa. Experiencias terroríficas, también las de los cientos de activistas llegados a Roma estos días, tapadas impunemente por obispos cuyas diócesis, representadas en la sala a través de 114 presidentes de Conferencias Episcopales, construyeron un histórico muro de silencio. Luego el papa, en un discurso breve y austero, admitió lo que durante meses le reprocharon las víctimas. “El santo pueblo de Dios nos mira y no solo espera de nosotros simples y obvias condenas, sino todas las medidas concretas y eficaces que se requieran. Hace falta ser concretos”, lanzó ante el auditorio repleto de solideos morados.

El tiempo se agota y el juicio a sus palabras cada vez es más severo. Pero ayer, tras muchos meses de retórica catártica, dio en algún momento la sensación de que, al menos, nada podría volver a ser igual en la Iglesia. Antes de comenzar las ponencias, Francisco repartió un documento que había preparado personalmente: 21 puntos concretos que deberán debatirse e implantarse tras la cumbre. No es una revolución, tampoco cabía esperarla. Hay algo de compendio de muchas de las líneas guía de las diócesis más avanzadas. Pero es un punto de partida, subrayó, sobre el que avanzar hasta el domingo.

Punto de partida

El documento, distribuido a todos los obispos, incluye medidas como la creación de una suerte de defensor de las víctimas en las diócesis, la elaboración de un vademécum en el que se especifican los pasos a seguir por la autoridad en todos los momentos clave del surgimiento de un caso, o la modificación de la ley canónica que aumentará en dos años la edad mínima para el matrimonio de las mujeres (hasta ahora fijada en 14 años). Una medida crucial en el tercer mundo y que ni los organizadores sabían que se pondría sobre la mesa estos días.

La Iglesia reflexiona sobre las mejoras

En la lista de los 21 puntos de reflexión que el Vaticano ha trasladado a los obispos, el de comunicar los casos a las autoridades civiles es del que más se ha hablado en los últimos meses. También, en este bloque aparece la creación de nuevos criterios “para la implicación directa del obispo o del superior religioso”.

En uno de sus puntos, la Iglesia incide en la necesidad de colaborar con los medios de comunicación para verificar los casos.

Las reivindicaciones más exigentes de las víctimas no están en este “punto de partida”. Una omisión que provocó enseguida la reacción de miembros del colectivo, que lo consideraron irrelevante teniendo en cuenta el tiempo que el Vaticano había tenido para preparar el encuentro. El español Miguel Hurtado, abusado en 1998 por el monje de Montserrat Andreu Soler, fue muy crítico.

“Los puntos de reflexión que el papa Francisco ha dado a los obispos son muy, muy flojos. No incluyen la tolerancia cero, no dice que todo cura que ha abusado de un menor tiene que ser expulsado inmediatamente del sacerdocio, no habla de mecanismos de rendición de cuentas para que los obispos encubridores o el abad de Montserrat (acusado de encubridor) sean cesados de su puesto de trabajo. Si esto es todo lo que van a ofrecer, hemos empezado mal”.

Las exigencias de las víctimas serán tenidas en cuenta, reveló en un encuentro con la prensa el arzobispo de Malta y secretario adjunto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Charles Scicluna, que se había reunido con ellos el día anterior. El prelado maltés, de una claridad y contundencia inusuales en la Iglesia, no ocultó la necesaria acción de la justicia civil para tratar con precisión los abusos.

La cumbre ilustra también desde su arranque la total falta de coordinación en la que durante décadas se ha tratado esta cuestión. Una estructura insondable de virreinatos compuestos por las diócesis que han escapado durante años al control de los episcopados y del Vaticano. Un problema lejos de resolverse al que se enfrenta todavía a diario la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) cuando investiga los casos de abusos que llegan a Roma. En los debates mantenidos entre los participantes, también se habló de esa falta de capacidad para controlar a algunos sacerdotes.

Texto y foto: Agencias

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