El arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, declaró que debemos tener cuidado, porque muchos bautizados caen en las redes de este mundo y buscan poder, riqueza y conocimiento para luego despreciar a los demás juzgándolos inferiores.
“Más cuidado aún hemos de tener los ministros de Dios, para no valorar nuestro ministerio como si fuera una mera carrera en busca de prestigios, ya que a nosotros nos toca enseñar con la palabra y con nuestra vida, quiénes son los que agradan al Señor, no al mundo. En verdad, la tentación de creernos superiores está siempre al acecho”, indicó.
En su homilía en la Catedral de San Ildefonso, recordó que después de todas las tristes experiencias por las que pasó el pueblo de Israel: la división, las derrotas ante sus enemigos, el exilio y permanecer luego bajo el dominio de otras potencias, los profetas señalaban que toda esa historia sucedió por haberse apartado del Señor y seguir los malos ejemplos de otros pueblos.
Aunque finalmente, siempre hubo israelitas buenos y fieles, que perseveraron en la ley de Dios. Ya cerca de la venida del Mesías, los profetas llamaban a ese resto fiel: “un puñado de gente pobre y humilde”, como lo hace hoy el profeta Sofonías en el texto de la primera lectura.
Aclaró que no basta ser pobre, no hay que mal interpretar lo que es la humildad; para eso Sofonías describe las características de estas gentes, llamadas también ‘Pobres de Yavéh’: “No cometerá maldades ni dirá mentiras; no se hallará en su boca una lengua embustera. Permanecerán tranquilos y descansarán sin que nadie los moleste” (Sof 3, 13). Quien tiene realmente al Señor en su corazón, aunque le ofendan con la peor de las majaderías, no pagará con la misma moneda, ni guardará rencor contra quien le ofenda. El ofensor se hace daño a sí mismo, mientras que los hijos de Dios permanecen en paz, orando por la conversión de quien ofende”, dijo.
En esta ocasión, el mensaje de la segunda lectura, tomada de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios, coincide perfectamente con el mensaje de la primera lectura y del evangelio.
El Apóstol les dice a los corintios y nos dice a nosotros, que en la comunidad cristiana “no hay muchos sabios, ni muchos poderosos, ni muchos nobles, según los criterios humanos” (1 Cor 1, 26).
Explicó que alguien podría preguntar ¿qué otros criterios hay?. Pues están los criterios de Dios, mismos que conocemos en su Palabra, en la predicación de Cristo y de su Iglesia. Aunque también hay personas que no son creyentes o no conocen el Evangelio y, sin embargo, guiados por su sana conciencia, se alejan de los criterios comunes juzgando a todo ser humano digno de respeto.
Aunado a ello, el arzobispo señaló que debemos tener cuidado, porque muchos bautizados caen en las redes de este mundo y buscan poder, riqueza y conocimiento para luego despreciar a los demás juzgándolos inferiores.
“Más cuidado aún hemos de tener los ministros de Dios, para no valorar nuestro ministerio como si fuera una mera carrera en busca de prestigios, ya que a nosotros nos toca enseñar con la palabra y con nuestra vida quiénes son los que agradan al Señor, no al mundo. En verdad, la tentación de creernos superiores está siempre al acecho”, expresó.
Refirió que, en el santo evangelio de ayer, según san Mateo, tenemos el pasaje de las así llamadas bienaventuranzas, aunque la versión de hoy habla de los “dichosos”, no según el mundo, sino según Dios.
Dijo que se trata de la carta magna del cristianismo, de la enseñanza fundamental de Jesús, así como para Moisés fueron los 10 mandamientos dados a Israel.
“No es que Jesús quiera contradecir aquellos mandamientos, sino que él nos propone otro punto de partida, para ir más allá del mero cumplimiento”, concluyó.
Texto: Darwin Ail
Foto: Cortesía