El arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, pidió que en este mes de la patria los fieles se olviden de partidos y de ideologías, y que, en cambio, hay que pedirle a Dios que nos dé a todos un auténtico fervor patrio.
Recordó que lamentablemente este mensaje, como muchos otros, no fue tomado en cuenta y la reforma del Poder Judicial siguió adelante hasta ser aprobada.
“Esto ha dejado dividida a nuestra nación, con la convicción en una gran parte de la población de que este resultado termina con la necesaria separación y autonomía de los poderes democráticos. Por eso, más que nunca urge nuestra oración por México, junto con el compromiso de todos por el bien común, la justicia y la paz”, aseguró.
Explicó que ante las grandes desavenencias sobre la reforma del poder judicial, los obispos de México se han pronunciado y emitieron un comunicado:
“Hacemos votos para que el senado de la república, tomando en cuenta su gran responsabilidad y la trascendencia del tema, se dé el tiempo suficiente para reflexionar con profundidad analizar con prudencia y reconstruir el diálogo con todos los sectores de la sociedad más allá de partidismos innecesarios contemplando el bien de la nación a fin de que avancemos a una reforma integral que incluya a las fiscalías, los tribunales locales, el respeto a la carrera judicial así como la justicia federal tan necesaria para nuestro país”.
Dijo que se celebró en la Catedral de Yucatán la bajada del Cristo de las Ampollas, y lo hicieron en un día en el cual en muchos lugares se celebra la Santa Cruz, mientras que ayer se hubiera celebrado a Nuestra Señora de los Dolores, sino fuera domingo.
Aseveró que la Palabra de Dios de este domingo giró en torno a la cruz de nuestro Señor Jesucristo.
“La primera lectura tomada del Libro del Profeta Isaías, presenta la figura de un hombre injustamente torturado, que se ofrece voluntariamente al martirio, reconociendo en esto la voluntad de Dios. Igualmente, Cristo se entregó al martirio que él mismo había profetizado”, agregó.
“Isaías describe el martirio con las siguientes palabras: ‘Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los insultos y salivazos” (Is 50, 6). ¿Cómo pudo el profeta escribir con siglos de anticipación esta perfecta descripción de la pasión de Cristo, de la cual brinda más adelante otros pormenores proféticos? Luego el profeta continúa expresando que aquel hombre sufriente no perdía la confianza en el Señor que le hacía justicia’”, mencionó.
El salmo 114 que ayer recitaron proclamando “Caminaré en la presencia del Señor”, hace que cada hombre que sufre pueda tener la misma seguridad del mártir que profetizaba Isaías. Quien confía en el Señor, en las peores circunstancias podrá decir: “Amo al Señor porque escucha mi voz suplicante, porque me prestó atención cuando lo llamaba”. Es la fe en un Dios que no está lejos de quien sufre y deposita en Él su confianza, pues: “El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo. El Señor guarda a los sencillos, estando yo sin fuerzas me salvó”. Cada persona que sufre, que cree en Dios y confía en Él, es una verdadera figura del Mártir del Calvario.
Explicó que en el santo evangelio de ayer, según san Marcos, los apóstoles le dan testimonio a Jesús de que la gente tiene ideas erráticas sobre su persona, diciéndole: “Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que alguno de los profetas” (Mc 8, 28).
Hoy en día sigue habiendo ideas erráticas de la gente acerca de Jesús de parte de quienes jamás han leído los santos evangelios, de los que no frecuentan los sacramentos o de quienes ni siquiera hacen oración.
Indicó que la idea más errática que está de moda en la actualidad es la de aquellos que dicen creer en Cristo, pero no en su Iglesia.
“Un Cristo sin Iglesia es inconcebible; esto es algo imposible, ya que Cristo fundó la Iglesia y anunció que las puertas del infierno no prevalecerían contra ella (cfr. Mt 16, 18). La Iglesia es el cuerpo de Cristo en la tierra, en el cielo y en el purgatorio, y aunque los cristianos cometemos pecados tan graves como los de cualquier persona, él sigue estando con nosotros tal como lo prometió (cfr. Mt 28, 20)”, enfatizó.
Detalló que las maravillas que suceden en la Iglesia no se pueden atribuir a nosotros, pecadores, sino a la Cabeza de la Iglesia que le comunica su santidad. Sin embargo, ni los graves pecados y escándalos provocados por algunos ministros de la Iglesia, ni los de todos los laicos, pueden destruir a la Iglesia y a las promesas de Cristo.
Texto y foto: Darwin Ail