El arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, destacó que el papa Francisco nos ha estado llamando a ser una “Iglesia pobre para los pobres”, y resaltó que “no se trata de que los ministros vivamos en la miseria, ni mucho menos todos los cristianos, que también deben ser discípulos de Cristo, sino que se trata de evitar todo despotismo, toda presunción de bienes ante los que no tienen, así como de cualquier forma de desprecio a los pobres, por el hecho de ser pobres”.
Indicó que se trata de que ellos tengan su lugar en la Iglesia y que la Iglesia les ayude a ser sujetos de su propia superación humana integral.
“Se trata no sólo de darles la asistencia inmediata, sino de brindarles promoción humana y de aprender a compartir con ellos en su propio ambiente. Al pobre en general le gusta dar de su pobreza y que la gente de mejor posición social se siente con sencillez a su mesa”, mencionó.
En la segunda lectura de ayer continuaron con la Carta del apóstol Santiago. Él tiene un estilo muy directo de hablar y aquí nos dice que la fe no nos autoriza a hacer diferencias entre personas, para tratar mejor a los ricos que a los pobres. Al respecto, dice: “¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino, que prometió a los que lo aman?” (Sant 2, 5).
“Todos los cristianos debemos ocuparnos de aquellos más pobres. De igual manera, los nuevos gobiernos, federal, estatales y municipales, deben tener un cuidado especial por servir a los pobres, pero evitando servirse de ellos. Ha dicho el Papa: ‘No sirve una mirada ideológica, que termina usando a los pobres al servicio de otros intereses políticos y personales (cf. Evangelii gaudium 199). Las ideologías terminan mal, no sirven. Las ideologías tienen una relación o incompleta o enferma o mala con el pueblo. Las ideologías no asumen al pueblo. Por eso, fíjense en el siglo pasado. ¿En qué terminaron las ideologías? En dictaduras siempre. Piensan por el pueblo, no dejan pensar al pueblo’. (Discurso del 11 de julio del 2015, n. 3)”, enfatizó.
Detalló que los profetas anunciaban que el mesías esperado daría vista a los ciegos, oído a los sordos, el caminar a los cojos y el hablar a los mudos, tal como lo dice el profeta Isaías en la primera lectura de hoy.
“Jesús realizó muchos milagros en los que se cumplieron las promesas de los profetas. Sin embargo, él no agotó la sanidad de todos los enfermos, pues la enfermedad es una realidad humana que nunca nos abandonará; mas sus milagros acreditaban su enseñanza la cual dejaba ya salud y fortaleza en los corazones de los creyentes”, mencionó.
Por otra parte, puntualizó que los milagros continúan ocurriendo hoy en día para seguir acreditando a Cristo y a su Iglesia, que es su cuerpo, muchas veces valiéndose de la intercesión de algún santo del cielo, de alguno de la tierra o de toda la comunidad cristiana, aunque sabemos que finalmente todo es obra de Dios. La fe nos lleva a creer siempre en el poder del Señor, aún cuando todo se vea humanamente perdido. Algunos dirán que no necesitan de otro intercesor más que de Cristo; pero eso es una forma de individualismo religioso y no hemos de olvidar que cada uno de nosotros forma parte del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.
“El Salmo 145 que hoy proclamamos, nos lleva a exclamar: ‘Alaba alma mía al Señor’. El creyente alaba al Señor, pues reconoce que todo lo bueno que acontece viene siempre de Él, sea en forma natural o en forma milagrosa. Es el Señor quien hace justicia a los oprimidos, quien da pan a los hambrientos y liberta a los cautivos; abre los ojos al ciego, endereza a los que ya se doblan, ama a los justos y guarda a los peregrinos. Todos los que hacen obras buenas y de justicia, sean gobernantes, gente de la sociedad civil o de la Iglesia, son siempre la mano de Dios, porque es Él quien inspira, guía, fortalece y acompaña las obras del bien”, expresó.
Refirió que en el santo evangelio de este domingo según san Marcos, a Jesús le presentan a un hombre sordo y tartamudo para que lo cure.
“Es un fenómeno natural que quien no puede oír, aunque no tenga dificultades físicas para hablar, no pueda hacerlo o lo haga con torpeza, ya que el oído dirige la facultad del habla. Muchos hemos sido testigos de personas que se ponen a cantar la canción que están escuchando en los audífonos a todo volumen, y aunque sean personas que cantan bien, se desentonan por no tener control de su propia voz, ya que no se están escuchando a sí mismos”, dijo.
“Tener presente este fenómeno nos puede llevar a una conclusión y reflexión, en el sentido de que nunca sabremos dialogar mientras no sepamos escuchar. Cuántos matrimonios creen dialogar cuando uno no escucha al otro o cuando ninguno de los dos lo hace, pues mientras uno habla, el otro está preparando el argumento con el que cree que va a vencer en el supuesto diálogo”, expresó.
Refirió que antes de saber escuchar a los demás hemos de aprender a escucharnos a nosotros mismos, de darnos cuenta quiénes somos y cómo estamos; pues aunque tú creas que ya te conoces, este autoconocimiento debe actualizarse diariamente para saber cómo te encuentras hoy físicamente (cansancio, enfermedad, etc.), emocionalmente (alegre, triste, entusiasta, animado, desanimado, etc.) y espiritualmente (en paz con Dios, con remordimientos de conciencia, etc.). Si no me tomo en cuenta a mí mismo, puedo distorsionar mi diálogo, haciendo responsable de mis estados personales a mi interlocutor.
Texto y foto: Darwin Ail