El reciente asesinato de los surfistas australianos Callum y Jake Robinson, de 33 y 30 años; y el estadounidense Jack Carter Rhoad, de 30 años, en la región costera de Ensenada, en el estado de Baja California, resalta los riesgos para el turismo asociados a la violencia en el país y pese al auge de México como destino global.
El suceso ha generado profunda preocupación entre el sector turístico del estado del Pacífico mexicano, fronterizo con Estados Unidos, país del que proceden gran parte de sus visitantes.
Así se expresó Karim Chalita Rodríguez, presidente del Comité de Turismo y Convenciones (Cotuco) de Tijuana, la mayor ciudad del estado, al reconocer los efectos adversos.
“Sí nos puede repercutir (…) Nos afecta sobre todo que fue una noticia a nivel internacional”, indicó Chalita en declaraciones recogidas por los medios locales.
La brutal muerte de los surfistas, desaparecidos el pasado 27 de abril y cuyos cuerpos fueron encontrados el 3 de mayo, quedó patente en la explicación de la fiscal general del estado de Baja California, María Elena Andrade, quien señaló en rueda de prensa como presunto móvil del asesinato el robo del vehículo y apuntó que el problema es que se produjo en una “zona remota”.
“Al ver que se le salió de control lo que originalmente fue un robo, tratan de deshacerse de los cadáveres arrojándolos a este pozo, a una distancia entre seis o siete kilómetros del primer hallazgo”, afirmó Andrade este domingo.
La fiscal precisó que “todos presentan orificio por arma de fuego en la cabeza”.
Además, Andrade agregó un dato escalofriante: había un cuarto cadáver en el pozo, que llevaba más tiempo allí, y del cual se desconoce su identidad.
“Tienen que morir extranjeros para que nos hagan caso”
La paradoja de México es que mientras numerosos gobiernos, como el de EE.UU., no dejan de emitir alertas de viaje por peligrosidad en gran parte de los estados que componen el país, el número de turistas que llegan continúa al alza.
Texto y foto: EFE