¿Buen médico (a), mala persona?

René Emir Buenfil Viera 
psicrenebuenfil@gmail.com

A terapia psicológica cada vez llegan más personas que tienen alguna condición de salud que no logran encontrar algún (a) doctor (a) con quien se sientan seguros (as), a quien tengan confianza de contarles lo que les pasa sin pensar que les van a regañar, o que no les haga sentir estúpidos (as), como si no supieran nada, o como inconscientes que se quieren morir y por eso no se cuidan.

Las personas ven a muchos (as) profesionales de la medicina con poca empatía, que ni siquiera les ven a la cara al escribir una receta, de quienes reciben malos tratos, pero con quienes siguen acudiendo porque son buenos (as), o son los (as) mejores. Me dicen frases como “parece que me está haciendo un favor”, “de tan mal que nos trató se volvió enemigo de la familia” o “siento que nos vio signo de pesos, nos estafó.” Escuchar tantas experiencias similares dentro y fuera del consultorio psicológico, no sólo de las personas que vienen a terapia sino incluso con familiares y amigos (as) no ha llevado a tener acaloradas discusiones:

¿Está bien recomendar a un (a) médico (a) porque es bueno (a), aunque sabes que tiene un carácter de los mil demonios, o que no va a ser amable?

¿Tenemos que acostumbrarnos a los malos tratos con tal de recuperar la salud? ¿Un (a) doctor (a) puede ser un (a) buen (a) profesional a pesar de ser una déspota o grosera? Nunca voy a olvidar a una señora que saliendo del consultorio de una renombrada y reconocida especialista, entra a mi consultorio de psicología y se sienta a llorar amargamente por la manera como la doctora la había tratado. Aclaro: yo no soy una perita en dulce, ni creo que mi gremio o cualquier otro se escape de tener personas altaneras o que les guste humillar a las demás, pero mi respuesta a estas preguntas es no, yo no creo que ninguna persona tenga que aguantar malos tratos de ningún personal de salud, menos de un (a) doctor (a), y creo que los (as) médicos (as) ya no se pueden seguir dando el lujo de dejar a un lado su humanidad y elegir no querer involucrar los sentimientos y las emociones en sus relaciones con las personas que atienden, sobre todo porque una buena relación con un (a) profesional de la salud o un equipo multidisciplinario de profesionales de la salud es la base para el autocuidado y alcanzar niveles de bienestar teniendo un buen manejo de sus condiciones de salud.

Las doctoras y doctores que son humanos, que se interesan por sus pacientes, que no les ven como una patología sino como personas, que no reducen a la gente a números o estadísticas y que provocan el empoderamiento y la motivación de sus consultantes entienden los factores psicólogos que favorecen la salud y el bienestar. Dejemos de empoderar, endiosar y darles más dinero y poder a médicas y médicos que no hablan de manera que las personas entiendan, que se empeñan en darles explicaciones biológicas a las personas que no entienden o que por el contrario, no quieren explicar nada de las decisiones de tratamiento que toman porque creen que las personas no entienden.

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