Carencia o abundancia

Mario Barghomz
mbarghomz2012@hotmail.com

¿Qué es tener mucho? ¿Qué es tener poco o no tener nada? Naturalmente hay una gran diferencia entre la carencia y la abundancia. Y no solo pensemos en bienes económicos como de inmediato lo registraría nuestro cerebro: dinero, bienes, patrimonio… ¡O nada!

¡No! Pensemos también en la abundancia o carencia de afecto, de amor, de bondad, de humildad, de educación… En todos esos otros bienes que como diría Platón; son la verdadera virtud de las personas.

Tener o no tener significa mucho para nuestras vidas, de tal manera que si no tenemos se creará un hueco o un vacío en esa parte de nuestra existencia. No tener significa estar vacíos, del cuerpo y del alma, o estar “quebrados” si hablamos de bienes económicos. Tener contrariamente es estar llenos, plenos, satisfechos y, por ende: bien y contentos.

¿Pero cómo mantener un equilibrio entre la riqueza del alma y la riqueza económica? Esta es una gran pregunta y quizá, también, nuestra gran tarea humana. No siempre estar bien económicamente significa estar bien del alma, estar bien con uno mismo, con el mundo y con la vida. De tal manera que un bien (el económico) parece contradecir al otro (al del alma). Como si fuera imposible o al menos poco posible lograr un equilibrio entre uno y otro. Hacer que las dos partes se ajusten de tal manera que no existan vacíos, tristeza, desdicha o decepción entre uno y otro. Porque tan miserables es quien no tiene lo suficiente económicamente, como miserable también aquél que lo tiene todo materialmente pero no se siente amado.

Quien carece de cariño o aprecio por parte a veces de sus propios hijos, su cónyuge o su familia y ven en él o en ella solo el abastecedor y quien paga las cuentas, aquél que nunca está o cuando está da lo mismo; puede estar seguro que su pobreza y su desdicha es más grande que una cuenta vacía en el banco.

Cuánto amor falta a veces en una pareja que ya no se habla, que ya no se mira o no se abraza porque el tiempo no les alcanza para estar juntos. Porque han ocupado su vida en el trabajo, en sus negocios o proyectos que los ocupan y los agotan durante toda la semana, dejando solo el cansancio para ir a la cama o el día de descanso para dormir solamente, quejarse o mirar la televisión todo el día como autómatas.

¿Cuánto tiempo puede durar una relación que ya no se atiende, que ya no se busca, que ya no comparte ni el amor ni el afecto? Que bien pueden tener miles o millones de pesos o dólares (si se tienen) invertidos en casas o terrenos mutuos comprados como inversión, o cuentas bancarias que a la postre quedarán divididas y representarán el pleito y la codicia legal de dos almas vacías, destruidas y miserables.

Hace no más de cincuenta años el sociólogo y psicólogo alemán Erich Fromm, planteaba en “Ser o tener” este dilema que finalmente suscita una cuestión no sólo moral y ética, sino prácticamente existencial.

Abundancia o carencia no deberían ser los parámetros de toda vida humana que lucha por sobrevivir. Sino la justa medida de un bien económico que nos permita comprar o pagar nuestras cuentas sin que sobre ni falte, y la justa medida también de los bienes del alma: el amor, el cariño y el afecto que nos permitan el gozo, la paz y la satisfacción no compradas de ser y sentirnos plenos.

¡Ser miserable es fácil, por una razón o por otra! ¡Ser feliz es lo difícil; pero esa es precisamente nuestra tarea humana! Encontrar el justo medio, la justa medida entre el mundo material y el del alma, entre las razones del mundo físico y la metafísica de nuestra condición espiritual.

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