Por Marcial Méndez
Hace semana y fracción, los afamados directores conocidos como los hermanos Russo volvieron a llegar a titulares por sus declaraciones sobre el CGI (imágenes generadas por computadora) en una reciente entrevista. La dupla de cineastas habló de cómo el antedicho recurso jugó un rol crucial para reducir el tiempo de producción de las últimas dos cintas de los Avengers, notando que, sin aquel, la duración del rodaje se hubiera extendido por varios años. Hablaron también de las ventajas del CGI para las cintas de ciencia ficción (mencionando a Star Wars como ejemplo), notando de paso que funciona bien para elementos alienígenas o fantásticos pero que no ocurre lo mismo cuando se le quiere aplicar a la forma humana.
Si bien no cabe duda de que el CGI es una herramienta maravillosa que permite plasmar en la gran pantalla imágenes que difícilmente podrían ejecutarse de otra manera, las declaraciones de los Russo invitan a analizar el rol y el balance que tanto el CGI y los efectos prácticos juegan y/o deberían jugar en la producción cinematográfica. Por más que el CGI sea capaz de crear mundos visualmente impresionantes y realistas como los de Avatar (de James Cameron), pocas producciones llegan a refinarlo a tal nivel. Más que por sus posibilidades visuales, parece que, efectivamente, el CGI se usa más a manera de un “reductor” de tiempo y esfuerzo, una manera de evitarse los problemas que requiere pensar en soluciones prácticas a los efectos especiales. Mucho tiene eso que ver con la prisa con la que los grandes estudios quieren sacar cinta tras cinta de sus sagas o universos cinematográficos populares y, aunque para ese objetivo el CGI ciertamente funciona, es un poco lamentable que por ello se sacrifique la calidad visual que posibilitan tanto los efectos prácticos como el CGI extenuantemente trabajado.
Los Russo mencionan a Star Wars como un buen ejemplo del uso de CGI, pero, incluso si ignoramos las abominaciones plásticas de las precuelas, las nuevas cintas igual dejan algo que desear. Compárese lo artificial que se sienten personajes generados 100% por computadora como Maz Kanata con lo real que se sienten los monstruos realizados con efectos prácticos de Scary Stories to Tell in the Dark, por ejemplo. ¿No valdría la pena un poco más de tiempo y costo de producción para obtener esa mejor calidad visual? Supongo que la respuesta cambiará de una película a otra.