La antigua escuela Felipe Carrillo Puerto

Ubicado en la explanada de San Benito, una de las obras emblemáticas del gobierno Ernesto Novelo (1940), fue criticado porque estar frente a un centro de abastos

Ubicado en lo que era la ex­pla­na­da de San Be­ni­to, el ya desaparecido edificio del Centro Escolar Felipe Carrillo Puerto se des­ta­ca­ba por sus for­mas mo­der­nas y gran­des pro­por­cio­nes. Se construyó durante el gobierno de Ernesto Novelo Torres (1940 y 1946) y fue sede de un conjunto de escuelas insignias de un nuevo modelo educativo.

Se le consideró una de las obras emblemáticas de aquel gobierno junto con el Parque de las Américas y el Monumento a la Patria, qué inició su construcción durante ese sexenio, y el Hospital de Henequeneros.

Muchas fueron las críticas que recibió por el hecho de construirse en lo que se consideraba el peor lugar para hacerlo, ya que estaba frente al mercado, que por sus condiciones era considerado inclusive un foco perenne de inmundicias y malos olores.

El terreno en el que se edificó el complejo educativo se describe en los diarios de la época como vacío, sucio y cubierto de hierbas y basura, pero el Ejecutivo del Estado justificó la elección del sitio en el barrio de San Cristóbal al considerar el rumbo como uno de los más pobres de Mérida.

La finalidad del edificio, que tenía su fachada principal en la calle 54, era poner la cultura al alcance de los niños de las familias pobres que estaban incapacitadas para enviar a sus hijos a grandes colegios.

El edificio fue diseñado y construido por el arquitecto Manuel Amábilis Domínguez, quien también participó en otras obras del Gobierno del Estado. La primera piedra se colocó el primero de febrero de 1943 y su inauguración se planeó para septiembre de 1944, sin embargo, se retrasó hasta el 16 de septiembre de 1945 cuando Novelo Torres inauguró el edificio en representación del presidente de la república Manuel Ávila Camacho.

El  Centro Escolar Felipe Carrillo Puerto ocupó una extensión de 11,300 metros  cuadrados y su construcción costó dos millones 401 mil pesos. Contaba con 4 pabellones de dos y tres pisos en las que se distribuían 36 aulas una sala de conferencias y otra de conciertos llamada José Jacinto Cuevas, en memoria del compositor yucateco, la cual contaba con capacidad para mil personas y cuya entrada principal se encontraba en la calle 56-A. Fue  inaugurado el 12 de octubre.

En diferentes publicaciones se mencionó que el inmueble tenía ocho jardines,  piscina, canchas de vólibol, de tablas gimnásticas y que contaba con unas escalinatas de acceso a los pisos superiores en cuyos muros se admiraba la obra del muralista Miguel Tzab Trejo,  profesor de la Escuela de Bellas Artes  y también del artista Armando García Franchi.

Todo el mobiliario para el complejo, que tenía capacidad para mil 300 alumnos, fue construido en los talleres de la penitenciaría Juárez y quedó como director el doctor Rafael Moguel Gamboa.

En el edificio funcionaron originalmente la primaria Artemio Alpízar Ruz, la Escuela Normal Rodolfo Menéndez de la Peña, el kínder Dominga Canto Pastrana y poco después se añadiría la escuela secundaria Eduardo Urzaiz Rodríguez. Los cuatro nombres corresponden a distinguidos educadores del Estado.

Con el pa­so de los años y de­bi­do a los cambios en la po­lí­ti­ca edu­ca­ti­va, los ­edificios del Cen­tro Es­co­lar Fe­li­pe Ca­rri­llo Puer­to fue­ron de­so­cu­pa­dos y des­ti­na­dos a otros usos. El es­pa­cio se con­vir­tió en un mer­ca­do siempre llamado Felipe Carrillo Puerto; los an­ti­guos sa­lo­nes de cla­ses de­co­ra­dos con mu­ra­les fue­ron ocupa­dos co­mo bo­de­gas y ex­pen­dios de ar­tí­cu­los de im­por­ta­ción, giro por el que fue conocido popularmente como “Chetumalito”, que también se utilizó como paradero de ascenso de pasaje para autobuses foráneos que estacionaban en batería sobre la calle 54.

El de­te­rio­ro de las ins­ta­la­cio­nes pro­vo­cado por la fal­ta de man­te­nimien­to, y la venta de “fayuca”, que incluía juguetes, casetes grabados, televisores, radiograbadoras y los famosos quesos de bola y mantequillas, entre otros productos de gran demanda entre los medianos, como hasta la fecha, ins­pi­ra­ron al go­bier­no de la ciu­dad a to­mar me­di­das drás­ti­cas y pro­po­ner en 1989 la de­mo­li­ción par­cial de los edi­fi­cios.

Posteriormente el espacio se utilizó como estacionamiento y finalmente para la edificación del actual mercado de San Benito.

Texto: Manuel Pool Moguel

Fotos: Cortesía

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *