Columna | La historia de un cortometraje

Por: Jhonny Eyder Euán

Un hombre bebe cerveza y ve un partido de fútbol, mientras tres jóvenes intentan definir el tema para un proyecto universitario. Todos en su onda, ajenos al torbellino que avanza hacia ellos y que revela una alarmante realidad. 

Los estudiantes necesitan hacer un cortometraje que genere consciencia sobre una problemática social que —según ellos—vaya en aumento. Es relativamente sencillo para unos tipos que desde hace meses hacen videos. Sin embargo, esta vez no saben de qué hablar.

Su lluvia de ideas inició con torpeza y fue interrumpida por un gol de tiro libre de Messi, lo que causó gritos del cuñado de Antonio, el joven de la casa. Los chavos salieron del cuarto y fueron a ver la repetición de la anotación. Allí se quedaron observando el balón rodar de un lado a otro hasta que el árbitro pitó el final del primer tiempo. Entonces, el cuñado se puso de pie y se metió a otro cuarto.

Ellos siguen sentados en la sala y uno de ellos siente preocupación porque cree que desperdician el tiempo. A ninguno se le ocurre una buena idea. La puerta de la casa está abierta y Antonio busca inspiración en la calle, ve el parque de enfrente y sin querer se pierde en ensoñaciones.

De pronto, los tres presencian el abrupto arribo de una mujer hecha pedazos. Trae el cabello selvático y los ojos descompuestos como su caminar apresurado y tambaleante. La mujer entra llorando y sin saludar abre la puerta de un cuarto y se arroja de bruces en la cama. En la habitación donde entró se encontraba su esposo, quien rápidamente cerró la puerta ante la perplejidad de los universitarios.

Los chavos se quedan asustados y ninguno se mueve, por pena e incomodidad. La mujer no para de llorar desconsoladamente, y con voz fuerte y atropellada se le escucha narrar la razón de su sufrimiento. 

Su mejor amiga le dijo que no al patán que con dinero quería rentarle su cuerpo para saciar sus deseos pervertidos. Ese fue su pecado, dijo la mujer entre gritos y sollozos, y por eso ahora está muerta. Un malnacido la secuestró ayer por la noche, y luego de abusar de ella, la asesinó. Está enfermo, por eso le arrebató la vida a golpes a una buena mujer, exclamó entre tanto llanto y desconcierto. 

Los jóvenes escuchan todo. Pese a que Antonio le subió el volumen a la televisión, la voz adolorida de su hermana opaca la casa. Ninguno sabe cómo reaccionar a ese momento, y uno de ellos, con la garganta atascada de indignación, comprende cual debe ser la historia del cortometraje.

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