Si bien es cierto que no cura por sí sola, hoy en día muchos terapeutas apuestan por este método debido a los beneficios que reporta a la hora de reducir los síntomas de ciertas patologías
Hace mucho tiempo que el ritmo, el sonido, la armonía y la melodía que conforman la música se han empleado en tratamientos médicos. Si bien es cierto que la música no cura por sí sola, hoy en día, muchos terapeutas apuestan por ella -por la musicoterapia- por los beneficios que reporta a la hora de reducir los síntomas de ciertas patologías.
No cabe duda de que la música influye de forma directa en nuestro estado anímico, pero su incidencia va mucho más allá de la mera repercusión psicológica. Ya hay estudios médicos que demuestran sus efectos sobre la presión arterial, la frecuencia cardiaca e, incluso, la saturación de oxígeno.
La influencia de la música en nuestro plano físico es mucho mayor de lo que pensamos. Hoy en día ya existen neuroimágenes que muestran lo que ocurre en las distintas áreas del cerebro cuando éste recibe los estímulos musicales. De hecho, a partir de investigaciones recientes realizadas por la universidad finlandesa de Jyväskylä, se ha desarrollado un método mediante el cual se puede estudiar cómo nuestro cerebro procesa los distintos aspectos de la música a los que hacía antes referencia, esto es, el ritmo, la tonalidad o el timbre.
En este sentido, uno de los descubrimientos más innovadores de dicho estudio es que las áreas límbicas del cerebro –las cuales se asocian a nuestras emociones– se ven afectadas directamente por el ritmo y la tonalidad. Estos mismos científicos también han observado que el procesamiento del timbre está asociado con la activación de la denominada red neuronal por defecto (RND), que son un conjunto de regiones que podría ser la responsable de la actividad que desarrolla nuestra mente mientras está en reposo y que también está vinculada con los procesos de divagación y de creatividad.
Podríamos decir que, al igual que sucede con otro tipo de estímulos, cuando escuchamos música, ésta produce en nosotros respuestas de muy diferente tipo y que nos lleva a expresarnos y a transmitir dicha energía hacia el exterior y esto lo hacemos en función de las características biofisiológicas, afectivas y psicológicas de cada uno, es decir, nuestra edad, estado psicológico o anímico, etapa de desarrollo personal, etcétera.
Y no nos olvidemos de que la música y los sonidos que escuchamos también pasan a formar parte de nuestro archivo personal, por así decirlo. Es decir, a través de nuestros gustos musicales, proyectamos nuestra personalidad y podemos manifestar, por ejemplo, cómo somos, lo que sentimos en un determinado momento o nuestro estado anímico.
Texto y foto: Agencia