Conservar el suelo no basta

Salvador Castell-González 

El Día Mundial de la Conservación del Suelo exige reflexión y acción inmediata. En lugar de celebrar, debemos reconocer la urgente degradación de los suelos, base esencial para nuestra vida.

Durante años, la agricultura y ganadería intensivas han degradado el suelo. El monocultivo agota nutrientes, el sobrepastoreo compacta la tierra y limita el paso del agua, mientras pesticidas y herbicidas destruyen la biodiversidad microbiana. Esta priorización de la productividad genera suelos pobres y problemas ambientales como inseguridad alimentaria y crisis climática.

El paradigma de “conservación” resulta insuficiente ante el daño ambiental actual. Ya no basta con proteger, es necesario restaurar activamente los suelos: sanar su comunidad viva de minerales y microorganismos para que recuperen funciones clave como capturar carbono, regular el agua y sostener la vida.

La solución requiere acción en dos frentes. En políticas públicas, los gobiernos deben dejar de apoyar actividades dañinas y fomentar la agricultura regenerativa con incentivos y leyes estrictas contra la deforestación. También es clave implementar programas de restauración de suelos y cuencas.

A nivel comunitario, es clave fomentar mercados que unan productores regenerativos con consumidores conscientes. El compostaje municipal convierte residuos en abono y cierra el ciclo de nutrientes. También son importantes las jornadas de reforestación con especies nativas y la educación sobre la salud del suelo.

La seguridad alimentaria, del agua y del clima depende del suelo. Este Día Mundial de la Conservación del Suelo debe iniciar una era de acción colectiva enfocada en restaurar y conservar.

Resulta urgente adoptar enfoques que prioricen la regeneración de los suelos, pues solo así será posible enfrentar los retos crecientes que afectan a nuestras comunidades y ecosistemas. La revalorización de prácticas ancestrales, como la rotación de cultivos y el uso responsable de los recursos naturales, se convierte en un pilar fundamental para recuperar la fertilidad y diversidad que alguna vez caracterizaron nuestros paisajes. Impulsar la colaboración entre instituciones científicas, sector agrícola y ciudadanía permitirá desarrollar estrategias sostenibles, adaptadas a las particularidades locales, que garanticen la salud del suelo y, por ende, el bienestar de las próximas generaciones. De este modo, se consolida la convicción de que restaurar la tierra es restaurar también el futuro compartido.

Esta claro, hoy conservar ya no es suficiente, debemos restaurar nuestra tierra.