No conviertan en mercado la casa de mi Padre

RATIO ESSENDI//

San Juan nos relata que Jesucristo reclama a los vendedores de la puerta del templo, como podemos leer a continuación: “Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: “Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”.

Las palabras de Jesucristo hacen eco hoy día sobre su iglesia, esta semana me encontré con una noticia escandalosa, la Arquidiócesis de Nápoles (Italia) se pronunció sobre el dossier que recibió de un informante en el que se involucra a decenas de sacerdotes italianos en escándalos homosexuales.

El dossier fue entregado a la Arquidiócesis por el abogado italiano Francesco Mangiacapra, el Arzobispo de Nápoles, Cardenal Crescenzio Sepe, tomó cuenta del documento y decidió derivarlo al Vaticano para que sea investigado.

La Arquidiócesis aclaró que el dossier de 1.200 páginas contiene transcripciones de conversaciones privadas y menciona a 34 sacerdotes y seis seminaristas de diversas diócesis en prácticas homosexuales. El Arzobispo declaró que si se demuestran las denuncias, por la gravedad de los hechos quienes “hubieran errado deben pagar y deben ser ayudados a arrepentirse por el mal causado”.

Es una noticia que, de confirmarse cierta, la Iglesia no puede quedar callada y como dice el Arzobispo “deben pagar”, este tipo de situaciones que se dan en los miembros de la Iglesia, no demuestra defectibilidad de la iglesia, sino más bien debilidad o malicia de sus integrantes, como bien dice Jesucristo “en la viña del Señor crece la cizaña como el buen trigo”.

En el libro del Éxodo nos señala como Dios detesta la conducta pecaminosa: “porque yo, el Señor, tu Dios, soy un dios celoso: castigo el pecado, cuando me aborrecen. Pero actúo con piedad por mil generaciones cuando me aman y guardan mis preceptos”.

La Iglesia conformada de todo tipo de personas, sin importar raza o estatus, procura la santificación de cada uno de sus miembros; sin embargo, los mismos Pontífices advierten sobre el peligro que corre la Iglesia, como es el caso del Papa Paulo VI, en la homilía que realizó ante el Concilio Vaticano II, el 31 de octubre de 1973:

“Y diría que esta categoría caracteriza a la Iglesia de hoy. Se diría que a través de alguna grieta ha entrado, el humo de Satanás en el templo de Dios. Hay dudas, incertidumbre, problemática, inquietud, insatisfacción y confrontación. Ya no se confía en la Iglesia, se confía más en el primer profeta profano —que nos viene a hablar desde algún periódico o desde algún movimiento social— para seguirle y preguntarle si tiene la fórmula de la verdadera vida; y, por el contrario, no nos damos cuenta de que nosotros ya somos dueños y maestros de ella. Ha entrado la duda en nuestras conciencias y ha entrado a través de ventanas que debían estar abiertas a la luz: la ciencia. Pero la ciencia está hecha para darnos verdades que no alejan de Dios, sino que nos lo hacen buscar aún más y celebrarle con mayor intensidad. Por el contrario, de la ciencia ha venido la crítica, ha venido la duda respecto a todo lo que existe y a todo lo que conocemos. Los científicos son aquellos que más pensativa y dolorosamente bajan la frente y acaban por enseñar: “no sé, no sabemos, no podemos saber”.

La conducta antimoral siempre ha existido, no es nada nuevo, no debe sorprendernos este tipo de noticias, al contrario debemos reafirmar nuestra fe en la Iglesia de Jesucristo, que al pasar de los tiempos sigue más viva que nunca, obviamente que el error y el vicio, no es aceptable en ningún ámbito, fomentar una cultura de valores es tarea de todos, puesto que al fin de cuentas Jesucristo conoce los corazones de cada uno y sabe que le podemos fallar como el mismo nos lo dice: “Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre”.

 

Por Roberto Atocha Dorantes Sáenz

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