Crianza respetuosa, del dicho al hecho

René Emir Buenfil Viera

psicrenebuenfil@gmail.com

¿Cómo no engancharte con los berrinches/enojos/desplantes de tu hijo(a) [sobrino(a), nieto(a), estudiante]? 

No tomártelo personal: lo que más solemos tomarnos personal, es la personalidad de las infancias. Vamos, tu niño(a) es así, no te lo está haciendo sólo a tí para fastidiarte, más bien es su temperamento, su carácter, tiene derecho a tener un mal día, a vivir sus emociones y que sean validadas, a no sentirse invadido(a), a que le des un espacio y no estés encima de ella o él para que no se sienta amenazado(a), a tener su propia opinión o no estar de acuerdo, eso no significa que pueda ser grosero(a), pero eres tú quien tiene que enseñarle esas lecciones, que dependen de tu trabajo emocional.

Trabajando en tu autorregulación emocional: si tú te desbordas emocionalmente de manera continua, o pierdes el control a la primera de cambio, haces berrinches de adulta(o) a la más mínima provocación, o te comportas como tirano(a) inflexible y te concentras más en imponer tu poder sobre las niñas o niños más que priorizar la relación, es decir, los acuerdos, cuidar el tono de voz, la paz mental, y modelar el manejo de emociones, sobre todo del enojo cuando te sacan de quicio, lo cual es natural que suceda, entonces un objetivo terapéutico para tu trabajo psicólogico es la autorregulación emocional.

Recuerda tu propia infancia: la empatía es una cualidad de la inteligencia emocional indispensable en la crianza, pero no para que eduques desde el trauma, desde tus propias carencias en la infancia, vamos, quizá es una parte de la crianza no repetir las condiciones que te dañaron cuando eras niño(a), pero también está el peligro de no ver las necesidades reales de las infancias por recordar más nuestras carencias afectivas infantiles. Acordarte de tu infancia puede servir para no ponerte en plan de exigir perfección, ni pedirles a tus hijos(as) cosas que ni tú mismo(a) hiciste cuando eras chico(a). Recuerda tus travesuras, a veces son nuestras mamás o papás quien nos recuerdan lo que ya se nos olvidó, de cómo éramos, esto es muy útil para tener expectativas reales. 

Lo que le pides, ¿tú, como adulto(a), lo haces?: O sea, si tú obedeces las órdenes a la primera sin chistar, y con una sonrisa en la cara, y sin cuestionar el porqué, o sin enojarte si te están interrumpiendo de algo importante, pues eres demasiado dócil. El punto es que muchas mamás y papás tenemos demandas irracionales hacia nuestras infancias, o cosas que si otro adulto o adulta nos pidiera, también nos ofenderíamos o protestaríamos o nos enojaríamos como nuestras hijas o hijos.

Más entendimiento, menos paciencia: comprender la etapa de desarrollo en la que están las infancias es útil para no pedirles cosas que no corresponden a su edad, no pedirles que se comporten como adultos(as) por ejemplo, cuando no lo son, o saber que si le cuesta trabajo algo, o existe la necesidad de repetir indicaciones, y no perder la paciencia por los errores que son parte del aprendizaje.