Era marzo, pero un día de los del medio. Aunque todavía era invierno se sentía la primavera. Era primavera en las faldas, en las almas y en las sonrisas. Allí todo resplandecía mientras atardecía en lila y naranja. Se respiraba paz, y aroma a campo, vida, naturaleza…
Los capotes estaban todos juntos, en una esquina de la estancia. Eran muchos, cada uno diferente en su igualdad. Cada uno con sus matices, sus detalles, su personalidad. Ella llegó de algún sitio. Entró… y con ella trajo luz y duende. Se trataba de una muleta. Se dirigió firme a uno de los capotes…
Conversaron… y parecía una hermosa plática. Se entendían con un verso de pestañas y cada uno gozaba de las palabras del otro. Se enamoraron. Se enamoraron sabiendo que no podían enamorarse. No pertenecían al mismo mundo, y las leyes eran muy claras. Pero… el amor es eso que surge nunca se sabe dònde…
Y así fueron escribiendo su cuento de primavera y amor, o de primavera y toreo…
Dedicado a cada amor imposible
Dedicado a Luisito, con un abrazo