De bellas y bestias

Una exploración de la otredad. Un consuelo al aislamiento. Un cuento de hadas que resuena como ninguno. Un toque de realismo mágico empapado de lo fantástico y lo etéreo. The Shape of Water, de Guillermo del Toro, es una preciosa pieza y una madura reflexión: por propia admisión del auteur, es su primer filme verdaderamente adulto.

Por ahí se escuchan acusaciones de plagio, que la película se parece a un cortometraje estudiantil. Diría que son una campaña de difamación en contra de Del Toro, pero la navaja de Hanlon sugiere no atribuir malicia a lo explicable con incompetencia. Asumo entonces que a quienes difunden tales falsedades les sobre ostentosidad y hace falta criterio. O simplemente son estúpidos.

Las denuncias no tienen fundamento sobre el cual pararse, pero la similitud clave entre la película y el corto –la relación entre una mujer y una criatura acuática– es un sólido punto de partida para explorar la romántica fascinación humana por la otredad.

Las películas no salen del vacío. No se hacen en unas cuantas semanas. Mucho menos en Hollywood, y mucho menos con el famosamente letárgico Guillermo del Toro. The Shape of Water comenzó a escribirse en 2011, después de una junta entre él y Daniel Kraus. Las primeras semillas surgieron mucho antes: Kraus dice haber ideado parte de la trama a los 15 años; mientras que Del Toro tiene una documentada y longeva fascinación por la película Creature from the Black Lagoon.

En la genealogía de bellas y bestias que dio lugar a The Shape of Water la inspiración más directa es Black Lagoon, de 1954, pero ahí no empieza ni termina su linaje. ¿Qué hay de Swamp Thing, que debutó en 1971 y más tarde popularizó Alan Moore? ¿O unas décadas antes, cuando en 1933 King Kong se enamoró de una actriz y la subió a la cima del Empire State? Ni hablar de Drácula, el monstruo romántico por excelencia.

La Bella y la Bestia, el cuento de hadas francés, se escribió en 1740. Antes, muchos siglos antes, Leda fue seducida por un Zeus que se presentaba como cisne, mientras la esposa del rey Minos cayó enamorada del acuático toro regalo de Poseidón. Fuera de la cultura occidental, el artista japonés Hokusai realizó en 1814 “El sueño de la esposa del pescador”, un grabado que ilustra, pues, búsquenlo en Google.

Hay muchos más ejemplos, pero con esos basta para ilustrar mi punto: señoras extrañas participando en ceremonias eróticas con bestias usualmente acuíferas no es exactamente un concepto novedoso. Es, más bien, un acontecimiento consistente a lo largo de la historia del arte, evidencia de una primigenia fascinación y perversión por la otredad. En el laberíntico inconsciente hay un minotauro, grotesco pero inexplicablemente atractivo.

Hay cierta peculiaridad en las representaciones de las relaciones entre criaturas y mujeres que las diferencia de las que son entre criaturas y hombres. Las primeras son más comunes y pintan desde entrega romántica hasta cruel dominación. Las segundas son menos frecuentes, y casi exclusivamente retratan dominio sobre la naturaleza o lo desconocido (¿Con cuántas chicas alienígenas se acostó el Capitán Kirk?).

Diferentes manifestaciones del deseo, supongo.La mente humana es enorme en su creatividad, pero primaveral en sus semillas. La historia de un amor imposible no es nueva, ni lo es esta mítica fijación en la xenofilia. The Shape of Water es, pues, una reproducción magnífica de un cuento tan viejo como el tiempo, una canción tan vieja como la rima.

Ah, escribo estas palabras tras ver la película por tercera vez en dos semanas. Por si se preguntaban, sí me gustó.

 

Por Gerardo Novelo González*
gerardonovelog@gmail.com

* Estudiante de Comunicación. Pasa demasiado tiempo pensando en cocos y golondrinas.

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