“De qué hablo cuando hablo de correr” es el título de uno de los libros que el famoso autor japonés Haruki Murakami, reconocido por sus obras surrealistas y novelas fatalistas, escribió hace unos años. Un libro muy diferente, en donde relata el cambio de su vida al empezar a hacer deporte y cómo esto influyó en su manera de escribir, comer, fumar y tomar. En un proceso de locura que le ocurre a muchos corredores asiduos, comenzó a correr como hábito y lo convirtió en una afición, hasta que ahora es parte importante de su vida y ha competido en repetidos maratones. Si bien es conocido que un maratón es una hazaña que conlleva no sólo meses de arduo entrenamiento y una dieta balanceada, es también una hazaña mental, que no muchos logran conseguir.
Los maratones ya llevan muchos años siendo uno de los mayores logros para muchas personas alrededor del mundo. La carrera nace de la distancia que existe entre la ciudad de Maratón y Atenas, ambas en Grecia. Los competidores deben recorrer 42,195 km, que es la media de todo maratón. El recorrido de esta maratón está basado en una leyenda que cuenta que el soldado Filípides, proveniente de Atenas hizo de mensajero en la Antigua Grecia corriendo desde la batalla de Maratón hasta Atenas para hacerles saber en la capital sobre la victoria griega sobre los persas.
En este diferente libro, una introspección de Murakami, escribe: “Pero esa dureza viene a ser algo así como una premisa para los deportes de esta índole. Si el sufrimiento no forme parte de ellos, ¿quién iba a tomarse la molestia de afrontar desafíos como un maratón o un triatlón, con la inversión de tiempo y esfuerzo que conllevan? Precisamente porque son duros, y precisamente porque nos atrevemos a arrastrar esa dureza, es por lo que podemos experimentar la sensación de estar vivos; y si no experimentamos esa sensación plenamente, sí al menos de manera parcial. Y, a veces (si todo va bien), podemos aprender que lo que de veras da calidad a la vida no se encuentra en cosas fijas e inmóviles, como los resultados, las cifras o las clasificaciones, sino que se halla, inestable, en nuestros propios actos”.
Correr, es un espacio solitario, que exige mucha concentración, y tambien mucho espacio para la reflexión, en el cual, en este encuentro con uno mismo es posible siempre conocer algo nuevo de nosotros, pues siempre seguiremos cambiando y creo que es uno de los puntos que hace tan ambicioso el correr, la competencia y encuentro con uno mismo. “Porque si hay un contrincante al que debes vencer en una carrera de larga distancia, ése no es otro que el tú de ayer”. ¿Qué pasaría si todos nos dieramos un momento con nosotros, de retarnos, de pensarnos y examinarnos? Definitivamente, una de las mejores maneras de lograr esto es corriendo.
Por Silvia Carrillo*
silvia.carrillojimenez@gmail.com
* Asesora del Departamento de Fomento Turístico de Valladolid y maestra en Desarrollo Sustentable y Turismo.