Por María de la Lama
“Dicen que la Revolución Francesa fue el triunfo de la Ilustración, pero es improbable que Rousseau y demás ilustrados estuvieran de acuerdo con ella, de haberla visto o vivido”.
Dicen lo mismo de Marx y el comunismo, pero me parece un comentario ingenuo y poco relevante. Porque aunque al que las enunció no le guste, así es como se han presentado en el mundo estas teorías.
Es decir que las creencias tienen determinadas consecuencias, un impacto en la realidad, como revoluciones, riqueza, dolor o libertad.
¿Está justificado que juzguemos una teoría solo por su semántica, por la verdad o falsedad o precisión o ambigüedad de sus afirmaciones?
Esta idea del lenguaje es ya profundamente ilustrada: el lenguaje sirve, dice la ilustración, para describir el mundo, para decir verdades.
¿Será? El lenguaje mueve, protege, genera placer o dolor. ¿No debería hacerlo? ¿O de alguna forma es más importante la verdad que la felicidad?
Creo que la respuesta a estas preguntas (por lo menos) no es obvia. Las ideas no son sólo lo que dicen explícitamente, son también sus consecuencias. No son solo relación entre valores de verdad y realidad.