Del corazón y nuestras emociones

Mario Barghomz
mbarghomz2012@hotmail.com

Mi papá murió del corazón, de un infarto agudo al miocardio.

Antes de entender más el complejo mundo científico de la neurociencia y la medicina, creía que la muerte por una enfermedad coronaria, por la rapidez conque sucede, era digna de un hombre como él, por la paciencia y la bondad que poseía. Pero mi padre fue intervenido dos veces antes de morir. 

En la primera los cirujanos le colocaron un “marcapasos” para que siguiera funcionando su corazón. La segunda fue para cambiarlo y hacerle los ajustes necesarios. Cuando volvió a sentirse mal le avisaron que lo intervendrían de nuevo. Pero mi padre prefirió morirse. Tenía 80 años.

Hoy, se que las enfermedades del corazón ocurren particularmente por menos de media docena de factores que los médicos actuales han clasificado de manera muy categórica. Entre ellos (los factores) está la hipertensión, la obesidad y niveles altos de colesterol.

Mi padre no era obeso. Al contrario, era muy delgado y muy alto. Tampoco fue nunca hipertenso. Se distinguía por ser una persona exageradamente tranquila. Quizá fue un problema de elevados índices de colesterol.

Sin embargo, ahora sabemos que el corazón tiene una extraordinaria relación con nuestro cerebro. Es decir, que lo que pasa en uno le sucede al otro. En 2010; la Cleveland Clinic organizó a varios expertos en cardiología, psiquiatras y neurólogos, para que discutieran cómo la personalidad y conducta de una persona, impacta invariablemente en una enfermedad coronaria.

Una de las principales evidencias es que la hostilidad y la ira son factores inherentes (y recurrentes) en las enfermedades del corazón. Estamos hablando de un alto factor emocional que puede, sin duda, matar a una persona hostil y colérica.

Pero mi papá, como dije, tampoco era hostil ni colérico. ¿Por qué entonces desarrolló una afección cardiaca?. Existen dos factores más: la ansiedad y la depresión. Y aunque no se le notaba porque la mayor parte de su vida la pasó lejos de casa. Ahora estoy seguro que mi padre padecía de largos períodos de ansiedad y depresión. Y eso alcanzó a su corazón.

La gente suele vivir lastimada de su corazón por una mala relación, por el desprecio de los demás hacia su persona, porque se siente alterad y ofendida… Estar heridos del corazón, por lo que sea, es sentirnos emocionalmente menospreciados. Y es por ello que muchos viven irritados, impacientes y estresados.

Facundo Manes, el neurólogo y neurocientífico argentino, cita dos tipos de personalidad, candidatos a sufrir males coronarios. La personalidad “tipo A” -dice- que se caracteriza por la impaciencia, irritabilidad, prisa constante, estilo dominante y autoritario, actitud hostil, dura y competitiva. Y la personalidad “tipo D” definida por las personas ansiosas e irritables, que centran más su atención en los problemas que en su solución, que reprimen sus sentimientos y son poco empáticos y sociables.

Luego de una serie de estudios para identificar la presencia real de un problema cardiaco, los cardiólogos nos dirán cuál es y qué es lo que origina el problema. Lo que nunca nos dirán es dónde radica nuestro problema emocional, cómo es que nos ocupamos de nuestros problemas y cuál es nuestro estilo de vida.

Es la parte que no se ve en un electrocardiograma. Pero sin duda son las emociones de una personalidad A o D, las que determinan la raíz o fuente de un mal coronario.

Quien padece de las emociones y no se ha enseñado a tener cierto control sobre ellas, tarde o temprano caerá enfermo. Cuando hablamos del corazón, hablamos también de un desajuste en nuestro sistema nervioso, de una parte, irascible y neurótica que debemos aprender a controlar. “Sir John Hunter, un célebre cirujano escocés -dice F. Manes- (Ser humanos; Edit. Paidós. México, 2021), quien padecía de una enfermedad coronaria, afirmó una vez: Mi vida está en las manos de cualquier imbécil que decida alterarme. Tenía razón. Falleció luego de una fuerte discusión en un ateneo clínico”.