Ubicada a escasos 10 kilómetros de la cabecera municipal de Candelaria y entre las comunidades de Pejelagarto y Miguel Alemán, la Reserva Las Ruinas es un espacio de mil 470 hectáreas que forma parte del pulmón general de Balam Kin y que podría ser considerada parte de la gran Reserva de la Biosfera de Calakmul, por lo que es de suma importancia para la entidad.
Allí, ejidatarios denunciaron la presencia de una empresa maderera de origen desconocido y que ya ha estado realizando gestiones o en su caso, tratos con el actual comisario ejidal de Pejelagarto para explotar la madera de la zona. Entre las especies que se pueden encontrar en dicho espacio hay madera de chicozapote, machiche, shad, ceibo, cedro, caoba, pucté, ramón, jabín, barí, bayo, huaya monte y amapola.
El miedo real recae en que dichas maderas se encuentran resguardadas por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), así como el propio Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Desde hace unos días los ejidatarios han observado que una empresa aparentemente maderera ha estado ingresando a la zona a pesar que hay una placa donada por la Semarnat señalando el resguardo del sitio a manos de los ejidatarios de Pejelagarto, asimismo se especifica que está prohibido cazar, talar y realizar otras actividades que puedan alterar la biodiversidad, pues no solo son los árboles y las maderas duras, sino que ahí también hay una gran cantidad de especies animales.
Dentro de la Reserva se pueden encontrar animales como jaguares, panteras y tigrillos en el caso de felinos; tapires, dzereques, tepezcuintles, conejos, liebres y venados en cuestión de terrestres omnívoros; también distintas aves como el pavo real, pavos de monte en el caso de rastreras; cardenales, zenzontles y otras en aéreas y sobre todo, sarahuatos, los cuales se encuentran en varias manadas en cada hectárea.
Los ejidatarios Germán Cruz San Miguel y Jorge Chan Euán, ambos oriundos de Pejelagarto, relataron que desde octubre del año pasado empezaron a ver movimientos pero que no lo tomaron en cuenta. Hace unos días cuando ingresaron a la zona encontraron diversas brechas hechas por otros ejidatarios que se han unido al comisario ejidal, Guadalupe Laynes, quien aparentemente ha tratado de convencer a algunos ejidatarios de dar permiso de explotación de la madera a una empresa por un aparente pago extraordinario y desconocido para el resto, mientras que a los demás les ha dicho que la empresa pagará por la madera y se comprometerá a cuidar el número de ejemplares que tumbarán.
Según ejidarios, hay un permiso por tres años y durante los dos primeros se sacarán 2 mil troncos cada año, mientras que en el tercero aún no se tiene especificado el número de troncos que se tocarán, lo que sin duda los mantiene preocupados pues estos al dedicarse a la agricultura han visto cómo el cambio climático ocasionado por la deforestación ha modificado la manera en que se da la producción del campo.
“Año con año la producción baja, año con año nos esperamos a que las lluvias nos ayuden y mejore la situación, pero es muy cansado ver cómo la deforestación y las malas prácticas de aprovechamiento de las maderas han hecho que el cambio climático nos perjudique, que el calor y las altas temperaturas sean un factor para que todos estén mal y que incluso aumente el uso de los electrodomésticos de alto consumo. Aquí no se requiere de mucho, no hay calor, nosotros entendimos por qué los mayas tenían otras prácticas y veneraban a la vida y a la vegetación”, dijeron.
También mencionaron que el 80 por ciento de los ejidatarios no está de acuerdo con las acciones de Guadalupe Laynes, por lo tanto buscarán la manera de hacer una denuncia colectiva, pues está poniendo en riesgo a un pulmón más del Estado.
“Los abuelos relatan que por ahí caminaron los mayas, ahí vivieron algunos y por ello es que todavía se pueden encontrar bajo la tierra los vestigios con piedras labradas, es inhumano lo que se pretende pues una vez que entren con las motosierras estaremos destrozando la herencia de los antepasados aun cuando esto debe estar preservando por el INAH, cosa que tal vez tengan incluso georeferenciado”, agregaron.
Los ejidatarios que se han encargado de cuidar esta zona por más de 80 años han visto crecer a la mayoría de los árboles, que ahora han sido martillados o marcados, troncos que tienen entre 40 y 50 años de vida, árboles que no han alcanzado su madurez pero que ya están sentenciados por inconscientes que solo pagarán una bicoca a los ejidatarios, mientras que estos llevarán la madera a otro país y ganaran millones, todo a costa de dañar el medio ambiente campechano.
Texto y fotos: Cortesía