Desenbarco en Normandía, historias más alla de la historia

Más allá de homenajes, festejos, celebraciones y eventos con asistencia de presidentes y primeros ministros, en la conmemoración del desembarco de Normandía algunas pequeñas memorias personales definen mejor el sacrificio, heroísmo o simplemente la humanidad de sus protagonistas, actores involuntarios del mayor conflicto que ha vivido el planeta.

RENÉE, LA LECHERA QUE ALIMENTÓ A LOS PARACAIDISTAS ESCONDIDOS

En la noche del 5 al 6 de junio de 1944, unos 21,000 paracaidistas estadounidenses y británicos fueron lanzados para intentar asegurar los flancos este y oeste de la zona en la que, pocas horas después, se produciría el desembarco.

Sin embargo, la oscuridad de la noche, el mal tiempo y el nutrido fuego antiaéreo alemán complicaron mucho la orientación de los pilotos de los aviones de transporte, en una época donde las ayudas por radiofrecuencia a la navegación eran todavía rudimentarias.

Miles de paracaidistas aterrizaron muy lejos de sus objetivos, a veces a decenas de kilómetros, desorientados y perdidos. Un grupo de la 82 División Aerotransportada se encontró en Graignes, a 30 kilómetros de distancia.

Allí, doce soldados estuvieron ocultos durante días y unos granjeros locales, entre ellos Renée Folliot (entonces de 17 años), les llevaron leche de sus vacas y otros alimentos, mientras se ocultaban de una división blindada de las SS alemanas que se acercaba.

El único de esos doce soldados que sigue vivo, Raymond Wallace, volvió a reencontrarse con Renée en la conmemoración de 2018 y ambos se vieron otra vez este año en un homenaje a veteranos estadounidenses que tuvo lugar este año en St.Lo, capital del departamento de La Mancha.

“Lloré de alegría al volverle a ver”, declaró ella al recordar ese momento. En los festejos de este año, han sido inseparables a sus 94 años.

LA GAITA DE BILL MILLIN SIGUE SONANDO PARA LA HISTORIA

En la mañana del Día D, una unidad de las fuerzas especiales británicas desembarcó de la playa Sword (la situada más al este) con la misión de reforzar a una pequeña unidad de paracaidistas que había tomado intactos dos puentes, ambos muy próximos entre sí y de importancia clave para evitar la llegada de refuerzos alemanes.

Al frente de esa unidad, la 1ª Brigada de Servicios Especiales, estaba un aristócrata escocés, el general Simon Fraser, Lord Lovat, quien se llevó a la guerra a su gaitero personal, Bill Millin, para que tocara el instrumento como aliento a las tropas.

Millin recordó a Lord Lovat que las ordenanzas del Ejército británico restringían el uso de la gaita a las zonas de retaguardia pero, según contó luego el gaitero, el general le respondió: “Ah, pero eso es del Ministerio inglés. Usted y yo somos escoceses y no es aplicable”.

Al final, la brigada desembarcó al son de la gaita de Millin (hay fotografías y testigos que lo certifican) y posteriormente llegó a su objetivo en Pegasus Bridge todavía bajo los acordes del instrumento.

Además, Millin fue el único soldado que desembarcó en Normandía ataviado con el traje escocés tradicional al completo, incluyendo la falda (“kilt”) que su padre había llevado en la Primera Guerra Mundial.

El gaitero fue muy celebrado en visitas posteriores a Normandía, recibió la condecoración francesa de la Legión de Honor en 2009 y falleció en 2010 a los 88 años.

Hoy, una estatua de Mill Millin recuerda su epopeya en la playa Sword, y una de las gaitas que empleó en la campaña se puede ver en el Museo Pegasus Bridge en Ranville, muy cerca de la ciudad de Caen.

DAVID DEWHURST, EL HÉROE DESCONOCIDO PARA SUS HIJOS

Comandante de la Fuerza Aérea, el piloto David Dewhurst dirigió un escuadrón de bombarderos medios B-26 durante la guerra, también en el frente de Normandía.

Muy poco después de terminar el conflicto falleció en un accidente de tráfico dejando viuda y dos hijos muy pequeños. Su madre, muy dolida, no dio detalles a los niños sobre el servicio militar de su padre, excepto que había combatido en la Segunda Guerra Mundial.

En 2007, los hermanos Dave y Eugene Dewhurst estaban visitando el museo del Día D que hay en la Playa Utah y se encontraron con un expositor en la que se resaltaba el valor de su padre quien, al frente del 553 Escuadrón de Bombardeo, había atacado las defensas alemanas a muy baja altura, a pesar del peligro, acción que fue clave en que el desembarco encontrara poca resistencia en esa zona y acabara siendo un éxito.

Muy excitados al encontrar una fotografía y la historia de su padre, los hermanos contactaron al director del museo, quien a su vez llamó por teléfono al presidente del gobierno del departamento francés de La Mancha, Jean-Francois Legrand, diciéndole: “Tengo aquí a unos americanos y no entiendo muy bien, pero parecen importantes. Habla con ellos”.

Y eran importantes. Dave Dewhurst era entonces vicegobernador de Texas, y ambos hermanos son multimillonarios gracias a una empresa de servicios a las petroleras texanas.

Muy emocionados al saber quién era el padre al que apenas llegaron a conocer, realizaron una donación de dos millones de dólares al museo.

Con ese dinero y una aportación similar del gobierno regional lograron que la Fuerza Aérea francesa cediera un viejo B-26 de un museo de París, y el aparato fue reconstruido con la decoración y los detalles exactos que tenía el bombardero pilotado por su padre, el “Dinah Mite”.

Ahora, el avión se exhibe en un nuevo hangar en el museo situado junto a un antiguo búnker de defensa alemana en la playa, en la localidad de Saint-Marie-du-Mont.

“Fue gracias a la casualidad y la intervención de la divina providencia” lo que llevó a los hermanos a conocer finalmente el heroísmo del padre, explicó a Efe Dave Dewhurst, también presente en los eventos del 75 aniversario.

MANUEL OTERO, ESPAÑOL QUE CAYÓ COMBATIENDO POR SU PAÍS DE ADOPCIÓN

El día del desembarco, 6 de junio de 1944, solo hubo un soldado español en el bando aliado: Manuel Otero, un gallego de la pequeña localidad de Serra de Outes (Coruña), integrante de la 1ª División de Infantería del Ejército de EU.

Tras participar en la Guerra Civil española en el bando republicano y pasar un tiempo como prisionero, Otero emigró a Estados Unidos y allí se enroló en el Ejército para lograr antes la nacionalidad de su país de acogida y las ventajas que ese estatus ofrece. Sin embargo, pocos meses después de alistarse, Japón atacó Pearl Harbor y EU entró en guerra.

A la 1ª División le tocó desembarcar en la playa donde la resistencia alemana era más dura, denominada en código Omaha, y conocida después como “la sangrienta” debido a que los asaltantes sufrieron varios miles de muertos, heridos y desaparecidos.

Otero sobrevivió a la matanza de la plaza, descrita con tremendo realismo en películas como “Saving Private Ryan”, “The Big Red One” o “The Longest Day”, y llegó junto con algunos compañeros a las alambradas que bloqueaban el acceso a las trincheras alemanas.

Sin embargo, el español y otros camaradas resultaron mortalmente heridos al cruzar las alambradas y entrar en un campo de minas que protegía las trincheras enemigas.

La presencia, y muerte, de un soldado español en el Día D no se conoció hasta hace cinco años, cuando miembros de la asociación histórico-cultural de A Coruña “The Royal Green Jackets” publicaron un libro sobre su figura y colocaron una placa en su honor junto al monumento a la 1ª División en la Playa Omaha.

Texto: EFE
Fotos: EFE

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