“Dinerolatría”, la religión de hoy

Por: Roberto A. Dorantes Sáenz

 

La locura, la caza del dinero, ha cautivado a miles de hombres, que viven hoy luchando por obtener dinero, sin importar el medio para conseguirlo. No se puede vivir sin dinero, es verdad; pero no lo es menos que vivir tan sólo por dinero, no es vida humana.

La caza de dinero no puede ser fin digno de la vida humana, ya que el dinero es sólo el medio para la consecución de bienes más elevados.

Por desgracia, son muchos los que queman incienso al becerro de oro, como los judíos idólatras en el desierto. Son muchos también los que valoran al hombre por lo que tiene y no por lo que es: “Este tiene tal auto y tantas empresas…”

Pero lo principal será siempre esto: “¿Ves? Es un hombre honrado de pies a cabeza.” Muchos se esclavizan durante años para hacerse una fortuna y se empeñan los restantes para guardarla como un policía.

San Bernardo dijo: “La fortuna la conseguimos con fatigas, la guardamos con preocupaciones y la perdemos con dolor.”

“¿Qué? ¿Entonces no está permitido crearse una fortuna con honrado esfuerzo?” Claro que sí. Pero quien adquirió una gran fortuna con que podría hacer tantas obras buenas en favor de sus prójimos y las omite, este tal no tiene perdón de Dios.

Según la enseñanza de Jesucristo, sólo está permitido amontonar grandes bienes si con ellos practicamos la justicia y hacemos obras de misericordia.

“Nobleza obliga”, es un dicho que muchos conocen. Pero la riqueza obliga también; obliga a prestar auxilio, a portarse con liberalidad con espíritu cristiano y social.  “El corazón se endurece más aprisa en la riqueza que el huevo en el agua hirviendo” (Burne). Recibiste de Dios una fortuna sólo a manera de préstamo, y un día tendrás que rendir estricta cuenta de su empleo. Si todos viviesen este principio, se podría resolver en un solo día la cuestión social.

Hay, por otro lado, los superficial y lo trivial de la vida. Personas que viven en detalles insignificantes, que se consiguen por el dinero, la ropa de moda, el antro de moda, los carros, relojes, todos los accesorios que puedes tener, que no te son necesarios para que subsistas es pura vanidad y superficialidad.

Preguntaron una vez a un rico que había sabido abrirse camino a costa de grandes luchas, cómo pudo acumular tanta fortuna. Así contestó: “Mi padre me inculcó profundamente que no debía jugar antes de acabar el trabajo; y que no debía gastar el dinero antes de poder ganarlo.”

¡No derrochar el dinero que no has ganado! Mantén el firme propósito de no gastar ni un peso en cosas superfluas.

Sólo así podrás estar contento con tu suerte el día de mañana. Por esta razón muchos hombres están descontentos, no porque no gastan, sino porque no saben frenar sus pretensiones. Acostumbrados a un alto nivel de vida nunca les llega el dinero que ganan. Por otra parte, hombres de mediana fortuna pueden vivir honradamente y sin pesares si conocen el arte de la economía y no son esclavos del consumo.

No dejes que el dinero sea tu “dios” y pertenezca al grupo de avaros que rinden culto al dinero, que por eso el mundo está de cabeza, pues, si existe el delito, el crimen, los robos, el narcotráfico, la corrupción, las crisis económicas, la delincuencia, la pornografía, la prostitución, el fraude, etc., etc., todo es por culpa del maldito dinero y las bajas pasiones.

Recuerda lo que dijo el Rey Salomón: “Vanidad de vanidades, y todo vanidad sino amar y servir a Dios. Suma Sabiduría es, por el desprecio del mundo, ir a los reinos celestiales. Vanidad es buscar riquezas perecederas, y esperar en ellas.

También es vanidad desear honras y ensalzarse vanamente.”

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